Circulaba a 139 kilómetros por hora, una velocidad por debajo del máximo permitido de 150 en ese tramo. Dio negativo en la prueba de alcoholemia. Hizo sonar la bocina tres veces, según Renfe, aunque testigos del accidente manifestarlo no haberlo oído. Y, tras poder frenar el tren pasados 500 metros del apeadero, el maquinista del Alaris se bajó del convoy y andó por las vías para interesarse por el estado de las personas que acababa de atropellar. El hombre, sin embargo, se encontraba en estado de shock y tuvo que ser atendido por un equipo de psicólogos.