Al borde de la muerte las personas reaccionan de infinitas formas, pero en todos los casos predomina siempre la voluntad, la fuerza y el coraje por sobrevivir, la extraordinaria capacidad del ser humano para sobreponerse a las situaciones más adversas, a resistir hasta el límite, hasta el final.

Este fue el caso de Rosa Manero, la vecina de la Pobla de Benifassà y de 74 años, que tuvo en vilo hace una semana a toda la provincia durante más de 24 horas. Rosa salió el jueves, día 14, con su marido, Jacinto Girona, a buscar robellones por los montes de la Tinença de Benifassà, pero, en un momento dado, él decidió esperarla... Rosa se extravió. “Me perdió de vista y yo no sabía a dónde ir... ni hacia a dónde dirigirme...”, narraba a Mediterráneo esta heroína de 74 años que luchó por mantenerse viva, por seguir viva.

Rosa nos enseñó a todos aquel día, que nunca hay que abandonar, ni darlo todo por perdido, que la esperanza es lo último que se pierde, y que, cuando todos pensaban que estaba muerta, ella seguía ahí, luchando, agarrada a un árbol al filo de la muerte, en el mismo borde de un precipicio rocoso, en el abismo. Ni el frío, ni la oscuridad de la noche, ni el miedo la sobrecogieron. Rosa pudo con todo y resistió.

DESESPERACIÓN // Tal y como explicaba: “Empezó a hacerse de noche y ahí comencé a desesperarme... Solo veía árboles, barrancos, caminos... Yo no sabía dónde estaba”. Rosa decidió andar y seguir adelante, buscando la luz, alguna referencia... Pero, llegó un momento en que la oscuridad le pudo, pero no le ganó toda la batalla. “Ya no sentía frío, ni miedo, los nervios se apoderaron de todo mi ser y solo podía pensar en mi familia, en mi marido, en mi hijo, en mi nuera... ¡Ay, Dios mío! Cómo estarán ellos, estarán buscándome.. Estarán sufriendo. Eso era lo que yo pensaba”, narró.

En un momento dado, Rosa estuvo a punto de morir. “Iba caminando y resbalé, yo no veía nada, y caí por una montaña muy inclinada hasta que me quedé agarrada al tronco de un árbol entre las piernas... Debajo solo había rocas”. Rosa pasó ahí toda la noche y más de 12 horas gritando y pidiendo auxilio. “Veía luces, vi las luces de coches, veía gente que me buscaba, pero no me oían”.

La suerte estuvo de su lado. Y tras casi 24 horas desaparecida, un joven del pueblo que colaboraba en la búsqueda la oyó, al tiempo que varios agentes del Grupo de Montaña de la Guardia Civil, que llevaban buscándola sin cesar, dieron con ella. “La Guardia Civil me salvó la vida; varios chicos me rescataron con unas cuerdas y cuando los vi sentí una alegría inmensa”. Rosa no podía hablar. “Apenas articulé palabra, las cuerdas vocales ya no me iban más... Y al ver a mi familia lloré porque sufrieron muchísimo”.

El jefe del Grupo de Montaña de la Guardia Civil, Eladio Balbín, explicó a Mediterráneo cómo los agentes se jugaron la vida. “Rosa estaba con un joven, que se abrazó a ella. Tuvimos que rescatarlos a los dos con un sistema de cuerdas. La pendiente era del 80%, un precipicio casi vertical, rocoso, y Rosa estaba en el filo, a punto de caer”.

Rosa fue traslada al hospital, con heridas leves. “Nunca más iré a buscar setas”, afirmó. H