Los conocidos de Maikel apuntan a que era «buena persona», pero el temprano abandono de los estudios y el casarse muy joven, con un hijo enfermo, le llevaron a una existencia complicada. Vecino del barrio de San Lorenzo, cerca de Salera, vivía con su mujer y sus dos hijos, una niña y un niño de corta edad. No tenía trabajo y se dedicaba a buscar chatarra o bien lo contrataban como temporero en la recogida de naranja. Otros conocidos apuntaban a que cometía pequeños «hurtos», «para dar de comer a su familia». Sus allegados recuerdan que «solía vestir chándal y ropa de 5 euros. Todo lo que sacaba lo daba para sus hijos», dicen sus conocidos, muy afectados.

Quienes conocían a Maikel no dan crédito a su horrible muerte: «Él te hacía reír, le daba a los demás lo poco que tenía, era humilde y buen chaval. No se merecía esto», declaran.

El presidente del grupo San Lorenzo, Alfonso Guerrero, ha anunciado que pedirá una reunión con el subdelegado del Gobierno para que «esas dos criaturas que se han quedado sin padre y en riesgo de exclusión social, así como su viuda, sean atendidas y protegidas y no queden en el desamparo y en el olvido».