Los apicultores de la provincia de Castellón denuncian el «imparable» robo de abejas en sus fincas. «Los hurtos no cesan, el último ha sido hace unos días en la Pobla Tornesa, donde se llevaron 18 colmenas, y en la zona del Baix Maestrat también se están registrando muchos, pero es generalizado», lamenta el presidente de la Asociación Provincial Apicultores de Castellón, Néstor Pascual, quien asegura que son «siempre» los mismos los que realizan estas acciones, «porque la justicia es lenta y el castigo escaso».

En este sentido, Pascual apunta a que los ladrones suelen ser otros apicultores, que necesitan justificar sus colmenas para recibir determinadas subvenciones, o agricultores que roban abejas para poder polinizar sus campos, especialmente, «los invernaderos». Una colmena puede costar unos 90 euros sin contar la miel que llega a producir. «Hay un mercado negro de abejas entre gente del sector, solo hay que acceder a internet», indica.

Las lluvias del pasado invierno han provocado un repunte en la población de estos insectos, «tras años de sequía y una floración floja». Actualmente, en la provincia de Castellón hay cerca de 400 apicultores. Algunos de ellos han sufrido el azote de los robos y reclaman «más mano dura».

testimonio // Es el caso del ondense Pedro García, quien conserva una veintena de colmenas. Tiene 65 años y hasta que se prejubiló simultáneaba su trabajo en una fábrica de azulejos con la apicultura a tiempo parcial. Entonces se dedicó más intensamente a las abejas, pero hace unos meses recibió un duro golpe, pues le robaron 45 cajas, la mitad de las que tenía en otro asentamiento, también en el término de Onda. «Está claro que lo hizo gente que conoce el oficio, como todos los robos de colmenas», lamenta García.

Para evitar que se las vuelvan a robar las tiene vigiladas con cámaras. En las grandes explotaciones, además, cada colmena lleva un dispositivo GPS para seguirle el rastro a los ladrones. «Estos lo saben y van disfrazados para llevarse las colmenas. Además, sacuden las abejas desde los cuadros dentro de sacos y así evitan el seguimiento del GPS», señala decepcionado el apicultor jubilado. También ha colocado una cadena en el camino que lleva al asentamiento. «Así si me las quitaran se trataría de un robo y no de un hurto, como pasa si no está cerrado el acceso, y la pena es mayor», comenta este ondense.

García considera que es muy difícil o casi imposible vivir de este sector. «Para poder hacerlo se necesitan unas 800 colmenas, con un máximo de 100 por asentamiento», recalca. Por eso, su hijo Javier, que continuaba el oficio semiprofesionalmente, va a dejarlo. Él vive en Cariñena (Zaragoza) y allí tiene la mayoría de sus 300 colmenas, pero algunas están también en Onda.