“Llevo dos años esperando para soltarlo todo, necesito contarlo”, ha suplicado la abuela materna de los niños asesinados en Godella después de que estando ya sentada y lista para prestar declaración, le han hecho salir nuevamente de la sala para hacer pasar a dos testigos antes que ella porque éstos tenían “prisa”. Una gota más que se suma al dolor que lleva soportando desde aquel fatídico 14 de marzo de 2019. Noemí insistió una y otra vez en que su hija estaba enferma “y nadie me hizo caso”. “Me tacharon de loca y que era una madre controladora”, lamenta destrozada por la falta de interés que se tomó la médico del centro de salud de Godella que la atendió.

Sin contar con el apoyo de Gabriel, quien además le ocultó que María decía que oía voces de niños muertos, la mujer llamó a infinidad de números de teléfono relacionados con menores en una carrera contrarreloj el 13 de marzo para proteger a sus nietos. “En protección a la infancia me tuvieron dos horas y me dijeron que era muy grave, pero que iba a ser un proceso muy lento”. Posteriormente en protección al menor tampoco la atendían y la fueron derivando de un lugar a otro. Llegó a hablar incluso con una fiscal de menores, quien dada la gravedad de los hechos le indicó que acudiera directamente a presentar una denuncia en el juzgado de guardia.

No obstante, en el juzgado le dijeron que lo que estaba denunciando no era un delito. Totalmente desbordada, el juez la atendió y le recibieron la denuncia, informándole que esa misma tarde adoptarían medidas. La misma acabó en la comisaría de Paterna pero sin carácter urgente.

La madre de María ha relatado un episodio ocurrido el 16 de febrero de 2019, un mes antes de los crímenes, cuando María desapareció una noche con su hija Ixchel. Reconoce que ese mismo día, que ella se había quedado a dormir con sus nietos en su casa, Noemí asegura que notó algo raro en la mirada de su hija. Tras salir a buscarla, la encontraron escondida con la niña debajo de una manta en el monte, “de manga corta con el frío que hacía”. María les dijo que estaba buscando a sus ancestros, y se negó a marcharse con su madre. “Ella pensaba que quería encerrarla en un psiquiátrico”.

La abuela de los niños reconoce que pensó que su hija estaba sufriendo un brote, y que dos años antes ya había tenido un problema similar tras el nacimiento de Amiel. Después de volverse a escapar con la niña, Gabriel no mostró ningún interés en buscarlas. “Decía que ya volverán”, recuerda la testigo.