La madre de los niños asesinados en marzo de 2019 en Godella sufrió un brote agudo de su esquizofrenia paranoide la noche de los crímenes, agravado por dos factores, por un lado por el consumo de cannabis - que adelanta la aparición de la enfermedad - y por la influencia que ejercía Gabriel sobre ella, así lo han asegurado los psiquiatras forenses del Instituto de Medicina Legal de Valencia.

Los forenses concluyen que la acusada vivía en un mundo ajeno al real, bajo los síntomas de su enfermedad, con alucinaciones e ideas delirantes, “mimetizada por la vida en común con Gabriel”. Estos trastornos, como las ideas persecutorias sobre una secta, gobernaban la conducta de la acusada, han indicado los psiquiatras.

La Fiscalía mantiene la petición de penas para la pareja: 50 años de cárcel para él e internamiento médico para ella. El fiscal encargado de esta causa ha elevado así a definitivas su escrito de calificación provisional en una de las últimas sesiones del juicio que se está celebrando ante un jurado popular en la Audiencia de Valencia.

A lo largo de las tres entrevistas que los psiquiatras del IML le realizaron a María G. ésta siempre mantiene un mismo relato coherente, dentro de las ideas delirantes que tenía cuando se produjeron los crímenes. Asimismo, los especialistas, pese a que recomiendan su internamiento en un centro adecuado para el tratamiento de su enfermedad, han señalado que la desestructuración mental que sufrió en marzo de 2019 seguramente nunca más la volverá a tener si sigue con la medicación y bajo supervisión y seguimiento de su enfermedad crónica.

El padre no tiene ningún trastorno mental

En el caso del padre de los niños los forenses no encontraron ninguna sospecha de trastorno mental. Es más concluyeron que se trata de una persona inteligente capacitado para cambiar su relato de forma deliberada. Al no hallar patologías que afecten a su imputabilidad ni deterioro cognitivo, en caso de probarse que participó en los crímenes, los peritos determinan que sería plenamente consciente de los hechos.

Los psiquiatras han remarcado la discrepancia que apreciaron en las manifestaciones de Gabriel durante la entrevista con las referencias de sus creencias e ideas que indicaron los testigos y la coacusada. Según han explicado, el procesado negaba tanto los rituales o las ideas sobre la secta y los abusos, “o lo matizaba y razonaba haciéndolas comprensibles”. Por un lado hablando de su creencia religiosa o por su interés en el cultura maya. Asimismo, aclaran que aquellas que eran imposibles de creer directamente las negaba, como las regresiones, purificaciones de almas, la creencia de extraterrestres o que sea Jesucristo reencarnado.

Por su parte el psiquiatra que exploró al padre estando en prisión ha asegurado que la primera impresión que le dio el acusado es que “estaba tan loco como ella en base a las creencias extrañas que él manifiesta”. Así, ha recordado que le habló sobre un “grupo de poder” que estaba detrás de sus investigaciones, sobre el chamanismo y que se regía por el calendario maya, entre otras consideraciones.

Respecto al carácter narcisista de Gabriel que apreciaron los psiquiatras forenses, éstos han aclarado que el narcisismo es relativamente común y que no vieron una relevancia psicopatológica como para considerarlo desadaptativo, más allá del concepto elevado que tiene sobre sí mismo. Eso sí, han puntualizado que si son ciertas el resto de afirmaciones de los testigos es una persona que ha sabido disimular unas ideas delirantes en las exploraciones psiquiátricas, “lo cual es difícil pero no somos infalibles”, otro indicador más que apunta al perfil psicopático del acusado.