Tal día, como un, hoy 25 de junio, pero de 1986, empezó el misterio. Juan Pedro viajaba junto a sus padres en un camión cisterna cargado de ácido cuando el vehículo se salió en una de las curvas y se estrelló. El matrimonio pereció en el accidente y sus cadáveres quedaron sobre el asfalto. Pero el pequeño, ni rastro. Hasta hoy.

La pista de Juan Pedro Martínez Gómez, de 10 años de edad y natural de Fuente Álamo, se pierde aquel día. Hoy hace justo 35 años. La Interpol dijo que la desaparición de este niño es la más extraña de Europa.

Aquel niño, de seguir vivo, tendría ahora 45 años. Las teorías sobre lo que ocurrió son diversas: desde que su cuerpo fue disuelto en ácido (llevaban 23.000 litros del mismo en el camión) hasta la idea de que fue raptado por unas misteriosas personas que viajaban en una furgoneta blanca.

Tras analizar el tacógrafo del camión siniestrado, se confirmó que el conductor, padre del pequeño, que hizo doce paradas mientras subía el puerto de Somosierra. Pero paradas muy cortas, de apenas segundos. En la cima, el vehículo llegó a alcanzar una velocidad de 140 kilómetros por hora. Hasta el punto que acabó estrellándose.

Un bombero con mascarilla para respirar observa los restos del camión cisterna EFE

¿Perseguía el padre a los secuestradores de su hijo? Es lo que defienden los partidarios de la teoría del secuestro. Cuando el tráiler volcó, el ácido se derramó por la carretera, aunque, paradójicamente, aseguran los testigos que los cuerpos de la pareja, muertos en el acto, apenas estaban salpicados por restos del corrosivo. En aquel momento, ninguno de los presentes era consciente de que en aquel camión siniestrado viajaba también un niño; por tanto, nunca se le buscó por los alrededores. Fue después, cuando se comunicó por teléfono la desgracia a los familiares de los difuntos, abuelos de Juan Pedro, cuando saltó la alarma. Preguntaron qué había sido de su nieto y contaron que iba en el vehículo. "¿Y el zagal?", preguntó la abuela.

Una vez que se descartó la posibilidad de que el niño hubiese sido trasladado a un centro hospitalario por algún conductor que circulara por el lugar y viese el siniestro, se pensó que quizás se había ido corriendo por el monte, milagrosamente iluso. También se especuló entonces con que sus padres, al ver que el camión cisterna se quedaba sin frenos, lo lanzaran a la cuneta. La Guardia Civil y los equipos que participaron en el rastreo durante días no hallaron ninguna pista sobre la presencia de Juan Pedro por la zona, vivo o muerto.

Con helicópteros, caballos, perros, motos y a pie rastrearon la zona durante días, en un radio de 20 kilómetros, sin éxito. Videntes y parapsicólogos se ofrecieron voluntariamente para tratar de dar con el menor. Sin éxito, de nuevo.

Se especuló con que el padre había sido obligado a transportar droga en su camión. La familia denunció entonces que Andrés había recibido amenazas durante semanas de una supuesta mafia que quería que trabajara para ellos. De ahí salió la teoría de que alguien había raptado al menor hasta asegurarse la entrega de los estupefacientes en el destino. Tiempo después, los investigadores hallaron droga, en concreto heroína, en el interior de la cisterna, una lona blanca que contenía heroína. El alijo estaba rodeado de ácido. El mismo líquido en el que, tal y como corroboraron los científicos después, de ninguna forma se había disuelto el cuerpo del niño. Al menos, no con tanta rapidez.

En busca de la furgoneta blanca

¿Pudo ser Juan Pedro raptado por alguien justo antes de que se produjera el accidente? ¿Explicaría este secuestro las paradas que realizó la familia, mientras subía el puerto de Somosierra? Testigos afirman que una furgoneta blanca se detuvo en el lugar del accidente momentos después del mismo. De ella se bajaron un hombre y una mujer, cogieron un bulto y se marcharon. Más de 3.000 furgonetas blancas se pusieron en el punto de mira, sin resultados. Han pasado 35 años y sigue siendo un misterio.