El mundo del narcotráfico está lleno de vidas de película. Pero pocas tienen tantos ingredientes de un buen film de acción como la de Tania Varela, una joven y prometedora abogada gallega que un buen día escogió el camino equivocado. Tempestuosas relaciones amorosas, traición, drogas, una huida que duró cinco años y hasta un ajuste de cuentas jalonan la biografía de una letrada que iba para ángel y se quemó jugando con fuego.

 

“Por favor, trátenla como una persona, no como un mono de feria”, imploró el abogado Bernardino Rodríguez a los periodistas que cubrían el juicio por blanqueo de dinero contra Tania Varela. El ruego del letrado tenía poco recorrido, pues hacía años que el personaje de película había devorado a la persona.

María Tania Varela Otero (Cambados, 1974) lo tenía todo para triunfar en la vida, pero un rosario de malas decisiones la metieron de cabeza en un oscuro callejón del que tal vez logre salir en algún momento a mediados de esta década, cuando ya haya soplado las 50 velas.

Licenciada en Derecho en la Universidade de Santiago de Compostela, era todavía una veinteañera cuando el Ayuntamiento de Cambados la escogió para dirigir el Centro de Información á Muller (CIM), el primer centro municipal de atención a las víctimas de violencia de género que se creaba en Galicia. Corría el año 2001, y la popularidad de la joven abogada creció en poco tiempo como la espuma.

“Por favor, trátenla como una persona”. La frase de Bernardino Rodríguez se produjo una fría mañana de febrero de 2019, a las puertas de la Audiencia Provincial de Pontevedra, donde Tania Varela estaba siendo juzgada por blanqueo de dinero presuntamente obtenido con la venta de drogas.

Juicio contra Tania Varela en Pontevedra. Gustavo Santos

Entre la dirección del CIM y el juicio habían transcurrido 18 años. En ese tiempo, Tania Varela pasó de ángel a villana. De iniciar una carrera que quizás la hubiese llevado a algún cómodo despacho de la Xunta de Galicia (como ocurrió con muchos otros licenciados en Derecho que pasaron por Cambados, otrora pueblo mimado por Manuel Fraga), a convertirse en la protagonista de una historia digna de Netflix. Ingredientes no le faltarían: amor, dinero a raudales, traición, muerte y drogas…

De los inicios a Pérez Lago

Tania Varela trabajó mucho para levantar de la nada el CIM de Cambados, un servicio que poco a poco iría extendiéndose por otras localidades gallegas. Pero aquel puesto en el Ayuntamiento pronto se le quedó pequeño, y tres años después lo dejó para montar su propio despacho. Durante un tiempo no le fue mal.

La vida de la arousana empezó a asomarse al abismo el día que entró por la puerta de su gabinete David Pérez Lago, uno de los “príncipes” del negocio de la droga en Galicia. Corría el año 2005, y según la sentencia judicial no solo terminarían siendo algo más que amigos, sino que también hicieron negocios juntos.

Pérez Lago (Vilagarcía, 1977) era hijo de Esther Lago, segunda esposa de Laureano Oubiña, uno de los capos más osados y famosos de las Rías Baixas de finales del siglo XX. El joven ya no estaba limpio cuando acudió a Tania Varela en busca de ayuda por un presunto problema urbanístico, pues en 1999 había caído en la operación Ocaso, en la que se intervinieron 15 toneladas de hachís a bordo del “Regina Maris”. Pero no escarmentó.

Tania Varela se sienta en el banquillo de la Audiencia de Pontevedra. Salvador Sás

A principios de este siglo, la vieja cúpula del narcotráfico gallego estaba descabezada, y una legión de segundones peleaba por copar el trono vacío. Entre los aspirantes más aventajados se encontraba David Pérez Lago.

Sin embargo, si en algún momento tuvo suerte, se le acabó pronto, y en abril de 2006 intentó meter por la Costa da Morte (A Coruña) un alijo que de haber salido bien le habría enterrado en dinero, pues traía un cargamento de al menos dos toneladas de cocaína, valorado en 160 millones de euros. Pero fracasó, y le echaron el guante en el puerto de Corcubión, con 14.000 euros encima, empapado y apestando a gasoil. Pérez Lago acabó con su huesos en la cárcel y arrastró con él a Tania Varela.

La abogada que solo cinco años antes posaba sonriente y despreocupada ante la cámara en el despacho del Centro de Información á Muller, ahora entraba en los Juzgados de Cambados con el rostro oculto bajo la gruesa capucha de un abrigo y casi corriendo. Unas pocas horas después entró por primera vez en prisión.

 

El asesinato de Díaz Moñux

Tras la detención de todos los miembros de la banda de Pérez Lago apareció en escena Alfonso Díaz Moñux, un prestigioso abogado madrileño que había defendido, entre muchos otros clientes, a narcotraficantes gallegos y mafiosos rusos. El letrado asumió la defensa de la organización de Pérez Lago, incluida la de Tania Varela.

Alfonso Díaz Moñux y Tania Varela durante un juicio en Asturias.

La cambadesa y Pérez Lago ya habían roto su relación, y cuando recobra la libertad, Tania Varela empezó a salir con Díaz Moñux. También volvió a ponerse la toga, y acompañó a su nueva pareja en el juicio de la “Pipol”, una operación contra el tráfico de drogas desarrollada en Asturias contra un grupo de traficantes de poca monta, pero entre los que se encontraban dos hombres imputados por el atentado terrorista del 11-M en el tren de Madrid. Pero el nuevo romance tampoco le salió bien a la joven abogada.

Una semana antes del día de Navidad de 2008, en Madrid, unos hombres encapuchados se aproximaron al todoterreno Mercedes que conducía Díaz Moñux y en el que Tania Varela iba de acompañante. Sacaron una pistola y asestaron dos disparos en la cabeza al abogado. Luego huyeron. Años después, la cambadesa se sentó como testigo en el juicio contra los asesinos. Dijo que no recordaba nada, que sufría una amnesia por la que estaba a tratamiento.

 

Fugitiva buscada por la Europol

Si la biografía de Tania Varela no había estado ya llena de suficientes desgracias y aventuras poco provechosas, en 2013 la abogada decidió escribir un capítulo más que agigantaría de modo definitivo la imagen que -muy a su pesar- el público se había construido de ella. La letrada defensora de maltratadas y con aspecto de no haber roto un plato en su vida, se convertiría a mediados de la década pasada en la única mujer de la lista de 70 fugitivos más buscados por la policía europea, la Europol.

Todos los implicados en el alijo de la Costa da Morte se encogieron de hombros y aceptaron el trato que les proponía la Fiscalía. Irían unos años a la cárcel, pero esquivaban el juicio, y con él el riesgo de que los magistrados se ensañasen con ellos y les impusiesen un castigo ejemplar. Tania Varela no.

La abogada se negó a aceptar su culpabilidad, y defendió su inocencia hasta las últimas consecuencias. Adujo que jamás había participado en el alijo y que durante la instrucción le habían pinchado el teléfono de forma ilegal, vulnerando la inviolabilidad de las comunicaciones entre el abogado y sus clientes. Jugó sus cartas y perdió.

Juicio contra Tania Varela en la Audiencia Provincial de Pontevedra. Gustavo Santos

En 2011, la Audiencia Nacional la condenó a siete años de cárcel y a pagar una multa de 318 millones de euros por su participación en el alijo de la Costa da Morte. Tuvo mejor suerte Pérez Lago, que a cambio de cantar se quedó con nueve años a la sombra, once menos de lo que le pedía en un primer momento el fiscal. Tania Varela terqueó, y llevó el asunto al Tribunal Supremo.

Pero tampoco ahí le dieron la razón. El Supremo ratificó la condena y ordenó el ingreso en prisión de la abogada. Solo que para entonces ella ya se había esfumado. Las autoridades lo descubrieron cuando, meses después, empezó el juicio contra los sicarios que habían ejecutado a Díaz Moñux y no se presentó a declarar. ¿Dónde estaba en ese momento Tania Varela? Unos decían que oculta en Portugal; otros apuntaban a Suecia; también se la buscó en Italia y Sudamérica; unos pocos aventuraban que estaba muerta.

Su huida duró cinco años, y su captura volvió a producirse poco después que la de Pérez Lago. El arousano había vuelto presuntamente a las andadas, y en febrero de 2018 le detuvieron en la llamada operación “Mito”, en la que resultó arrestado José Ramón Prado Bugallo, posiblemente el narco más famoso de España. Apenas mes y medio después, los Mossos d’Esquadra recibieron un chivatazo y arrestaban en un parque infantil de Sitges (Cataluña) a una mujer que se parapetaba tras una identidad falsa. Era Tania Varela, y estaba jugando con su hija, que dio a luz siendo una prófuga.

Ahora sí, ingresó en prisión y poco después fue juzgada por blanqueo de dinero procedente del narcotráfico, un coletazo de la operación de la Costa da Morte. Le cayeron 20 meses de cárcel más y 56.000 euros de multa. Durante el juicio, su letrado pedía para ella respeto y anunciaba que quería volver a ser abogada. En 2026 se licencia. Si quiere, aún estará a tiempo de serlo.