T.P. nació en Rumanía en 1945. Tenía 71 años. En octubre del 2016, cuando vivía en Bucarest, tenía 71 años. Viudo, sin hijos, ni empleo, ni subsidio. Sus escasos recursos económicos provenían de la ayuda de sus vecinos. Caminaba con muletas por sus limitaciones al deambular. Ante esa precariedad, sus compatriotas L. M. y V.I vieron la oportunidad de obtener unos ingresos diarios a costa de explotarle pidiendo limosna. Le engañaron prometiéndole una vida mejor y dinero abundante en Barcelona. Pero esa panacea se evaporó. Cuando llegó a la ciudad le obligaron a mendigar y a dormir sobre cartones en un local abandonado. La fiscalía reclama para L. M y V. I. 30 años de prisión para cada uno por un delito de trata de seres humanos y explotación de mendicidad y dos de lesiones. Para un tercer acusado, RR, solcita la misma pena por delitos similares.

Los procesados L.M y V.I. viajaron con TP en autobús desde la población rumana de Ploiesti hasta Barcelona. En el trayecto, le explicaron que trabajarían ejerciendo la mendicidad y que se repartirían al 50% las ganancias. Para que no escapara y someterlo a su control, se apropiaron de su pasaporte, según el escrito del Servicio de Extranjería de la Fiscalía de Barcelona al que ha tenido acceso El Periódico de Catalunya. Al llegar a Barcelona, los tres se dirigieron a un local abandonado, donde TP dormía sobre cartones.

De lunes a viernes y sin descanso, los procesados y otros rumanos no identificados llevaban a la víctima a las proximidades de la calle Gran de Gràcia, junto al hotel Casa Fuster, a pesar de que sabían que estaba enfermo. Allí, lo sentaban en el suelo con un panel de cartón donde se leía que pedía limosna, le ponían un vaso de plástico para recoger el dinero y le colocaban al lado una silla de ruedas a la que, por carecer de fuerza suficiente, no podía subir sin ayuda. Sin documentación, sin agua, ni casi comida, sin descanso y enfermo, TP estaba en ese lugar desde las seis o siete de la mañana hasta las 10 de la noche. A lo largo de la “penosa jornada”, precisa la fiscalía, los procesados le controlaban para que no se fuera o pidiera ayuda y cada cierto tiempo uno de ellos recogía el dinero captado. Su sustento y nutrición dependía de lo que los viandantes le fueran dando. Para hacer sus necesidades, empleaba una botella o bidón.

Nutrición insuficiente y "descanso inadecuado"

La acusación pública subraya que TP se halló bajo “condiciones de explotación y aislamiento social” durante seis meses. En circunstancias “deplorables, con nutrición deficiente, descanso inadecuado, falta de higiene, vestimenta incorrecta y sin la debida asistencia sanitaria”. Su estado de salud fue empeorando, hasta tal punto que los procesados, para ocultar su acción, no le llevaron a los servicios médicos cuando se le ennegrecieron los dedos por una aparente gangrena y lo trasladaron de nuevo a Rumania, donde ingresó en un hospital y se sometió a la amputación.

Al cabo de un tiempo, le conminaron a volver a Barcelona. La víctima aceptó porque le prometieron que arreglarían su vivienda en su país. Los acusados le enviaron otra vez a la calle a pedir limosna. Durante ese tiempo, no percibió ni un euro y cuando sugería la idea de percibir algo de dinero, los acusados le contestaban: ¿Para qué quieres tu el dinero?”. Pasados unos meses, los dos principales procesados vendieron “la explotación” de T.P por 400 euros al tercer procesado, RR, que sometió al indigente a la misma situación. La fiscalía detalla que desde su vuelta de Rumanía en junio del 2017 hasta “su rescate” el 28 de agosto del 2018, la situación de salud de la víctima se vio “severamente comprometida”. 

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