El ADN hallado en la escena de un crimen siempre "habla" y suele ser una prueba concluyente y definitiva para encontrar al asesino. Ocho años después de que un hombre entrara en la casa de Miguel Ángel Domínguez y su hija María, en Almonte (Huelva) y les asestara 151 puñaladas, el Instituto Nacional de Toxicología busca "restos celulares", el rastro genético del culpable, en una manta que no fue analizada exhaustivamente en su momento.

Se trata de la prenda "gruesa, de 2,40 x 1,60 metros" con la que el asesino, que accedió al piso con guantes y sin forzar la puerta, cubrió el cadáver de la niña, de ocho años, después de acabar brutalmente con su vida la noche del 27 de abril de 2013. Antes, había matado al padre de la cría, a quien sorprendió en la ducha y propinó 47 cuchilladas.

"Acento almonteño"

Una familia de ciudadanos ecuatorianos que vivía en la casa vecina escuchó todo desde el otro lado de la pared: "La discusión empezó con un grito y a continuación se escuchó un ruido, voces y más gritos, de dos hombres con acento almonteño. Uno le decía al otro: '¿Qué haces aquí? Me tienes harto, lárgate de aquí'. Luego se oyó la voz de una niña que repetía: 'mamá, mamá', como pidiendo auxilio y: 'No, por favor, no. ¡Papi, papi!'".

La investigación de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil condujo hasta Francisco Javier Medina, el que entonces era amante de Marianela Olmedo, mujer de Miguel Ángel y madre de María. Padre e hija llevaban dos semanas viviendo solos después de que el matrimonio se separara y la mujer abandonara el piso familiar. Marianela había iniciado, años atrás, una relación clandestina con Medina, que entonces era su compañero de trabajo y también el de su marido en el Mercadona de Almonte. Unos días antes de que se produjera el doble crimen la mujer se había ido de casa para convivir con su nueva pareja.

Lo hizo, según declaró luego, porque Medina le exigió que eligiera entre su marido y él. Pero, tras la mudanza, Marianela no rompió el contacto con el padre de su hija, lo que no "sentó bien" a su novio.

Marianela Olmedo, la madre de la menor cuyo cadáver fue encontrado junto al de su padre en Almonte EFE

ADN en tres toallas

Un año después de los asesinatos, Medina fue detenido y enviado a prisión. La Guardia Civil encontró, entre otras pruebas, restos de ADN suyo en tres toallas que recogieron de dos baños distintos en la casa donde fueron asesinados Miguel Ángel y la niña. El hombre declaró que solo había estado en el piso "en un par de ocasiones" y que la última vez había sido "tres años atrás" del doble crimen, una explicación que, según el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses, resulta "totalmente incompatible" con los restos biológicos hallados.

El ADN de Medina se encontró en las toallas "en igual proporción que el de Miguel Ángel", siendo este último uno de los moradores de la vivienda. Incluso, en una de las zonas analizadas, "la contribución mayoritaria en la mezcla procede de Medina, existiendo también restos de él en solitario".

Imagen de las toallas ensangrentadas que encontró la Guardia Civil.

"Transferencia secundaria"

Su defensa encargó entonces un informe a la universidad de Granada para tratar de acreditar que el ADN de Medina pudo llegar al lugar del crimen por una transferencia secundaria, es decir, a través de Marianela, con la que mantenía relaciones sexuales. En octubre de 2017, tras pasar tres años en la cárcel, un jurado popular lo declaró no culpable, una decisión que fue confirmada por el Tribunal Supremo en diciembre de 2018, a pesar de que la Fiscalía del Alto Tribunal había pedido que se repitiera el juicio con un nuevo jurado.

El ministerio público llegó a calificar el veredicto que declaró inocente a Medina de "auténtico despropósito" en base al "abultado número de pruebas de altísimo contenido incriminatorio" que, a su juicio, había contra él, pero los magistrados desoyeron sus argumentos. El año pasado, Medina pidió una indemnización al Estado por los tres años que ha pasado en la cárcel.

Nuevos investigadores, mismas conclusiones

Con el único acusado absuelto y un doble crimen sin resolver, un nuevo equipo de la UCO revisó el caso desde cero durante meses y entregó un informe al juez el año pasado. Sus conclusiones, lejos de apuntar a una nueva y distinta línea de investigación, son similares a las de sus predecesores: "las actuaciones practicadas no permiten descartar ni contradecir las conclusiones a las que llegó el anterior equipo de investigación".

Los nuevos investigadores aseguran que el asesino es un "hombre español, de entre 30 y 40 años, sin antecedentes graves y que haya tenido algún conflicto previo con las víctimas o que tuviese la percepción de que su muerte le podría reportar algún beneficio de tipo personal o vital". Según ha podido saber CASO ABIERTO, el juzgado de instrucción número 1 de La Palma del Condado, a petición de la familia de las víctimas, ha requerido a la UCO para que aclare y concrete a qué personas que "encajen con dicho perfil" han investigado.

La jueza también ha prorrogado hasta el 29 de julio el plazo para investigar de nuevo los asesinatos. Pretende dar tiempo suficiente a Toxicología para examinar minuciosamente la colcha que cubría el cuerpo de María, la manta que usó su asesino, "arrepentido", para tapar el horror que había causado tras provocarle 104 heridas a la niña. En un oficio enviado a la jueza el pasado 3 de noviembre, la jefa del Servicio de Biología informó de que han encontrado "un elevado número de muestras" que analizar.

El ADN "habla" y acusa, aunque no siempre sea suficiente para esclarecer un caso que parece condenado a no resolverse.