Caso Abierto - El Periódico Mediterráneo

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ENTREVISTA

"¿Cómo iba a saber que tenía que proteger a mi hija de su madre?"

Sergio Peiró, padre de la niña asesinada por su madre en Sant Joan Despí el pasado 31 de mayo, pide que todos los menores que mueren a manos de sus progenitores importen lo mismo a las autoridades para evitar abandonos institucionales como el que ha sufrido

Yaiza, en una imagen cedida por su padre.

¿Cómo era Yaiza? Tenía 4 años. Era muy tímida. Le costó mucho la guardería. Cuando la llevaba, la tenía pegada al cuerpo, me arrancaba la ropa para que no me fuera. Nos esforzamos mucho para que se adaptara. Ahora ya tenía su grupo de amigas. Estaba súper feliz.

¿Qué hacía a sus 4 años? Hacía teatro. El día que murió asesinada por su madre tenía una obra en la escuela. Era la fiesta de final de curso, el 31 de mayo. Hacía de mariposa. Se ha convertido un poco en una especie de símbolo, en su lápida hay una mariposa, que ella dibujó en el colegio. Dibujaba muy bien. También le encantaba el fútbol. ‘Hay que ver cómo chuta’, me decían todos. Había empezado con el inglés y con la natación… pero la piscina le daba pánico. Tuve que meterme en el agua con ella para que poco a poco se fuera soltando. Últimamente con los manguitos ya nadaba un poco. Iba haciendo progresos. Yo ya sabía que lo iba a superar todo, porque ella siempre había sido así. Habría sido una gran persona.

¿Era cariñosa? Muchísimo. Todo esto ha sido tan duro en parte por lo cariñosa que era. Todas los noches me decía “te quiero, papa”. Y yo le respondía “bona nit, yo también te quiero”. Y le repetía: “Yaiza, tú sabes que siempre voy a estar aquí para protegerte, ¿verdad?”. “Sí papa, lo sé”, respondía. No es que me sienta culpable por lo que ha pasado, pero no haber podido hacer nada por protegerla, duele. Cuando voy a su lápida tengo que decirle que lo siento, es que no puedo decirle otra cosa, no puedo ni hablar. “Lo siento Yaiza, lo siento”. No he podido hacer nada, joder.

¿Siente que le ha fallado? Sí. Pero quién iba a pensar que tenía que protegerla de su madre. Puedo protegerla del coche que te puede atropellar, de miles de cosas malas. ¿Pero de su propia madre? Es algo que no te esperas. Que nadie espera. Y que después no sabes cómo gestionar.

¿Cómo está ahora? Destrozado. Todo me recuerda a ella. Vivo en la misma casa pero no puedo entrar en su habitación. Ni ver una foto porque me quedo colapsado. Es algo que ningún padre ni ninguna madre tendrían que vivir. Murió cuando iba a cumplir 5 años. El día de su cumpleaños, necesité llamar a la familia y pedirles que me acompañaran a su lápida a ponerle una vela. Y después llegó el inicio del curso escolar, ahora la Navidad... A veces me dan ganas de salir corriendo. Vivo cerca de su colegio, mi hija ya no va a estar ahí, para hacerse mayor, para aprender. Me cruzo con niños de 4 o 5 años, de su edad, que me preguntan por Yaiza, que por qué está muerta. Son cosas muy complicadas de soportar.

¿Va a cambiar de casa? Los psicólogos me han aconsejado que no lo haga todavía, que no debo precipitarme. Pero tengo claro que esa casa no tiene futuro para mí.

Sergio Peiró, padre de Yaiza, la niña asesinada por su madre en Sant Joan Despí el 31 de mayo. Ferran Nadeu

¿Quiere recordar cómo cambió todo? Me divorcié de mi mujer hacía tres años. Con la separación, ella se convirtió en una mala persona. Intentó sacarme la custodia de la niña. “Yo la he parido”, me repetía. La jueza, por suerte, dijo que ya había visto a otras madres así y consideró que no debía retirármela. Esta última primavera, de repente, mi exmujer quiso volver conmigo. No aceptaba que yo hubiera rehecho mi vida. Se presentaba en mi casa, decía que me necesitaba, que quería estar conmigo, me acosaba. Nunca sospeché que la niña pudiera correr ningún riesgo, creía que era algo que solo iba conmigo. El lunes 31 de mayo fui a buscar a Yaiza al colegio y una de sus amigas me dijo que mi hija no había venido en todo el día. Llamé a mi exmujer y el teléfono estaba apagado. Después llamé a mi suegra y ella fue a la casa de mi exmujer a ver qué ocurría. Oí cómo abrió la puerta, cómo se puso a gritar que las dos estaban muertas.

¿Por qué lo hizo? Quería hacerme daño a mí, quería quitarse la vida y que la niña no se quedara conmigo. Quería quitármela porque la había parido ella... como si fuese un… la vida de alguien no es de nadie, seas el padre o la madre.

¿Su caso incomoda a las instituciones? Sí. Porque el crimen lo ha cometido una mujer y no un hombre. Lo entiendo, la mayoría de la violencia la ejerce el hombre. Pero no hay que competir ni comparar. El de Yaiza es un caso que hay que ver. Mi hija ha quedado en el olvido. Hace poco un padre mató a su hijo, Leo, en un hotel de la avenida Paral·lel de Barcelona y los medios de comunicación no dijeron que era el segundo niño de este año –víctima de violencia vicaria–. Mi hija no está en ninguna estadística.

¿Qué es lo que más duele? Que tengo que pedir apoyo levantando la mano: “Me ha pasado esto, ¿me ayudáis? Que me pierdo”. Y que no se recuerde a mi hija por ninguna lado porque la violencia vicaria, dicen, solo puede ser del hombre a la mujer. Escribí un mail a la ‘consellera’ Ciuró –responsable de Justícia–. Ahora sí me siento bastante apoyado por ella –se ha reunido con Ciuró este lunes en el departamento y la 'consellera' le ha pedido disculpas–. La Generalitat prepara un decreto que incluirá a los menores asesinados por sus progenitores, sean padres o madres, y Ciuró también me ha dicho que las estadísticas van a cambiar y que incluirán a mi hija. Es lo que quería conseguir. 

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