La prueba pericial practicada ayer durante la tercera jornada del juicio por el crimen de las Brevas se vislumbra decisiva para esclarecer qué sucedió en febrero del 2020 en el barrio castellonense, donde Ramón Fernández Gabarri resultó gravemente herido por golpes y lesiones por arma blanca --y posteriormente murió en el Hospital General--. Miembros de la Brigada Científica de la Policía Nacional informaron ayer al jurado popular de que, aunque Juan Pardo se confesara culpable desde el principio y exculpara al resto de sus familiares, en tres de las armas empleadas en la reyerta se halló tanto una huella palmar, como también ADN de Eduardo, otro de los hermanos procesados.

Así, miembros de la brigada provincial de Valencia declararon por videoconferencia e incidieron en que en el pitón requisado tras la agresión mortal se encontraron vestigios biológicos de Eduardo Pardo y que, además, estos resultaron ser coincidentes con los encontrados en varios robos con fuerza que tuvieron lugar en Castelló entre 2011 y 2016.

Los mismos policías informaron de que en un cuchillo incautado dieron con una mezcla de sangre que pertenecía tanto a la víctima como al mismo acusado.

También dos integrantes de la misma unidad en Castellón aseveraron que en un bate de béisbol pudieron identificar, tras llevar a cabo el revelado químico de huellas, una de tipo palmar del mismo acusado --en la empuñadura--.

Por su parte, los forenses explicaron que en las manos de la víctima no se apreciaron las lesiones defensivas que suelen existir cuando, instintivamente, se ponen las manos delante para intentar repeler una agresión. «En la autopsia se vieron muchas heridas, hasta 12 incisas --siendo la del tórax la que resultó mortal-- y contusas por los golpes y el forcejeo», informaron los doctores.