El varón acusado de tener un taller y depósito ilegal de armas y explosivos en Torreblanca hizo este lunes uso de su derecho a una última palabra para proclamar su inocencia. "Yo no he hecho daño a nadie. Ni siquiera me han puesto una multa por aparcar mal. El delito que he cometido es tener afición a las armas, lo que es tabú". La fiscalía mantiene su petición de pena de ocho años de prisión para un hombre acusado de tener un depósito no autorizado de armas reglamentadas y otro de tenencia o depósito de explosivos en Torreblanca.

En la lectura de las conclusiones finales, la fiscalía sostuvo que supone un peligro para la seguridad ciudadana y que ha vulnerado varios apartados del reglamento de armas, por considerar que tenía un depósito no controlado de armas y que se le revocó su condición de armero y si bien se le devolvió la armería, no volvió a solicitar el alta y no cumplió los requisitos que se exigen, que son tener un libro de registro, seguridad, comunicar las transacciones y que tenía gran cantidad de pólvora almacenada.

Varios testigos (policías, guardias civiles y aficionados a las armas) han confirmado que el acusado les vendió armas o les ayudó a vender una o les hizo alguna puesta a punto. Sin embargo, la defensa  pide la absolución de su patrocinado por considerar que actuaba con conciencia de legalidad, que las ventas de armas inutilizadas eran de particular a particular y que esto es legal (cosa que los testigos han corroborado) y que todo el material incautado forma parte de la armería de la que Intervención de Armas tenía constancia.

En un primer momento, la defensa trató de conseguir la nulidad del proceso cuestionando la legalidad de la entrada y registro, pero se descartó. En ella, el 20 de febrero del 2019 los agentes se incautaron de maquinaria para recargar munición, pistolas, 16 armas activas, armas inutilizadas y piezas para la fabricación, entre otros objetos como 8 esprays de defensa personal y 3 defensas extensibles junto a 5 aletas selectoras de disparo a ráfaga marca Glock.

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El acusado tenía una armería en Torreblanca desde 1997, pero en 2008 se le dio de baja, si bien en 2012 sostiene que la recuperó por sentencia del Supremo y que el material que se le entregó le fue devuelto por Intervención de Armas y que este es el material que fue hallado en el registro. "Era un particular; no me dedicaba profesional a nada relacionado con las armas" aseguró, negando que hiciera reparación de armas que pudieran hacer fuego, si no que lo que hizo eran mantenimientos menores que no implicaban alteración del funcionamiento o características", añadió. Aseguró que tenía permiso municipal para construir la caseta exterior anexa a su domicilio, donde se hallaron material y herramientas que dan lugar a la consideración del taller.

Admitió que dos de las armas fueron localizadas en el hueco de una persiana de las que su esposa era titular y que estaban inutilizadas.

Un testigo, aficionado a tiro olímpico, admitió que le pidió si podía ayudarle a vender unas armas inutilizadas a un tercero, cosa que el acusado hizo. "El me dio el dinero y yo las armas", aseveró. También admitió que el acusado le había puesto un silenciador a un arma que tenía de exposición: "Me hizo un tubo con arandela y un agujero muy mal hecho, de tamaño horrible, no tenía mecanismo", señaló.

Otro de los testimonios señaló que le limpió una escopeta y le dijo que la probara, cosa que hizo disparando dos o tres veces. "No me cobró nada", expuso. Otro señaló que le hizo unos ajustes al arma porque no percutía bien y le pagó 10 euros. A preguntas de la defensa señaló que no eran reparaciones, sino ajustes que no afectaban al mecanismo del arma.

Un testigo también señaló que le instaló una bocacha apagallamas en el arma, que se enrosca al cañón para reducir su retroceso, pero que es un accesorio legal y que se la entregó a la Guardia Civil y se la devolvieron en el acto. "No recuerdo el importe", señaló.

También hubo otra persona que admitió que el acusado se ofreció a colocar un visor de tiro en el rifle, que es legal; y otro testigo apuntó que le ayudó a regenerar un arma de concurso.

En la testifical algunas personas aseguraron que lo que tenía en el taller prácticamente era chatarra. Sin embargo, la Guardia Civil señaló que había vainas oxidadas pero otras estaban en perfecto estado, que había piezas relativamente nuevas. Respecto a la munición apuntaron que alguna se pudo disparar y otra aparentaba estar en perfecto estado y que externamente no se veía antigua, pero no pudieron acreditar su antigüedad.