"Mamá, se me ha roto la tarjeta del móvil, no tengo teléfono, no podemos hablar". Es la última conversación que Ignacio Palmero -Nacho- tuvo con su madre. Desapareció en Tenerife, el 14 de julio de 2021, cuando estaba a punto de cumplir 30 años. Fue, precisamente, una felicitación a la que el joven no contestó la que hizo saltar las alarmas. Al otro lado estaba Lola, su madre. "Cuando ya vi que no había manera de contactar con él, fui directamente a la Guardia Civil".

Se activó la alerta. Un año después, no hay nada, ni una pista que lleve a su hijo. Nada que arroje luz a su desaparición.

Foto de Nacho cedida por su familia.

"Vivo en una montaña rusa. Tengo días malos, días pasables, días horribles, momentos espantosos…". Se llama Lola Hijar y desde hace un año busca a su hijo. Desapareció, sin más. Se perdió su rastro.

Lola visualiza, piensa, descarta. "No tenemos ningún indicio", lamenta, "puede estar bien, puede estar desorientado, puede estar en un centro, puede que se haya quitado la vida... Opciones hay muchas". No descansa desde entonces: "se ha podido meter en un barco... Cuando no tenemos nada, todo se te ocurre". Su única certeza: es que "está desaparecido, no pueden dejar de buscar".

"Se me ha roto la tarjeta"

14 de julio de 2021. Nacho abre la aplicación Messenger y escribe un mensaje a su madre. "No tenía teléfono", recuerda Lola. "Me escribió que se le había roto la tarjeta del móvil y que no me podía llamar". Desde hacía unos años vivían separados: él en La Laguna (Tenerife); ella en La Palma. Se veían, se llamaban, se tenían. "Yo te pido un duplicado y te la mando por mensajería, hijo", le dijo, "el teléfono estaba a mi nombre, así que eso hice: compré una y se la mandé, pero ya no la recibió".

Una semana después, en su cumpleaños, se encendieron las alarmas. "El día 20 no había forma de dar con él. Ni por messenger, ni por teléfono… Yo intentaba felicitarlo, pero nada. Al día siguiente me fui a la Guardia Civil, el 21 denuncié. El día 22 me fui a su casa". Su hijo no estaba. "Salió con su cartera, el DNI, carnet de conducir y cartilla del seguro. El resto quedó en casa, no llevó teléfono. Su coche y su moto también estaban allí".

"Quiero desaparecer"

Lola esperó en casa, él no llegaba. No llegó. Intentó reconstruir los últimos pasos de su hijo para facilitar su localización. "Los días previos tenía altibajos", cuenta su madre. "Estaba decaído. Desesperanzado". Un desencuentro con un encargado le había hecho perder el trabajo. "Le dije que si quería que fuera a su casa, muchas veces iba, estaba unos días allí. Otras veces venía él...", contestó que no. "Yo quiero irme de aquí, lo que quiero es desaparecer, me contestó. Muchas veces lo decía, lo hemos dicho todo el mundo... pero sí, mi hijo desapareció".

A la deriva

Brillante, culto e inteligente, Nacho se había mudado a Tenerife con 21 años. "Desde que falleció su padre. Se fue a su chalet y ahí empezó un poco el desastre", lamenta Lola. "Al principio era estupendo: estaba solo, libertad… Un chico joven, un chalet... Su casa era la casa de todos: música, videojuegos... hasta que se fue a la deriva". Dejo los estudios, coqueteó con las drogas, "empezó a tener una adicción".

Lola, vigilante, intentó que saliera del pozo. "Le llevé a psicólogos, psiquiatras...pero no hubo manera", su carácter cambió. "Estuvo entrando y saliendo de algunos centros y los amigos tampoco estaban mucho con él porque era difícil, era complicado".

Por fin, llegó el trabajo que perdió días antes de desaparecer. "Era limpiando carreteras, mira que es un trabajo duro, pero él estaba feliz", recuerda su madre. "Tuvo un desencuentro, el resumen es que querían que tirase la basura que recogían a una huerta. Nacho dijo que eso era un atentado ecológico. Que él lo cargaba al camión y lo tiraba al sitio adecuado". Le dijeron que no y que no se molestará en volver. "Empezó a pensar que él quería hacer el bien y le salía todo mal. Fatal, fatal… estaba fatal".

Foto de Nacho compartida por su familia.

"Un hombre de un bar dijo que lo había visto el sábado 19 caminando cerca de su casa, y ya no se supo nada más". Lola, junto a SOS Desaparecidos batió las playas cercanas, "lo conocían, lo habían visto, pero desde hacía tiempo no sabían nada". La investigación no avanzó.

"Yo puse la denuncia en Guardia Civil, pero estoy en otra isla. Ellos la tramitan y como La Laguna pertenece a policía, pasa a Policía Nacional", cuenta Lola. "¿No pueden traer perros?", preguntó la mujer. "Mire, los perros están en Las Palmas, y traerlos para nada… No merece la pena porque usted ya sabe lo que estamos buscando, me contestó".

Lola, miró al agente, "¿lo que estamos buscando? Será a quién estamos buscando, ¿no? Usted me entiende, me dice". Lola hace un silencio. "Estaba buscando un cadáver, quiso decir. Decidieron que Nacho se había suicidado. No dieron más opción". Lola rompe de nuevo el silencio: "si es así, hay que buscar el cadáver, no?"

Billetes solo de ida

"Su hijo no ha salido de la isla", apuntó un agente nada más empezar la investigación. "Cuando se revisaron sus cuentas bancarias descubrimos que tenía cuatro billetes sacados, solo de ida: uno a Barcelona, dos a Madrid y uno en barco". En principio, no los usó.

"No tenemos indicios para afirmar nada", explica Lola. "Hay muchas opciones. Aquí no es difícil meterse en un barco de carga y perderse. Si va a un barco a África, por ejemplo, allí no puede sacar nada en el banco, sus cuentas estarían sin movimientos, como están".

Refugiada en su casa, "ante el dolor me calmo en mi huerta, trabajando en mi jardín", busca respuestas, dibuja opciones. "Él me decía muchas veces: 'mamá porque no me atrevo, pero yo robaría un carnet de identidad y me iría con un carnet de otra persona'". No sabe si se atrevió, si lo hizo o no, "eso se puede hacer. Si nadie te mira la cara, ellos miran que coincida el billete con el DNI. Ahora en pandemia con una gorra y la mascarilla…. ¿por qué no?"

Desintoxicación

Amigos, conocidos, vecinos, Lola recorrió la isla preguntando por él. "Una persona de un bar cercano me dijo, 'juraría que lo vi con un grupo de chicos, de estos que vienen de centros de desintoxicación, que no entran dentro del bar porque no pueden...". Con ese dato se presentó en comisaría. "Les dije que era otra opción, que se haya metido en un centro, que solo te preguntan el nombre. Te metes allí, trabajas, tienes la comida y la dormida y desapareces una temporada". No se miró. "Me dijeron que había más de 30 centros en la isla. Intenté llamar yo, pero por política de privacidad no pudieron darme información".

Inteligente, "demasiado...", dibuja su madre. "Era como si fuera un osito, muy cálido, cariñoso, muy noble, muy bueno...". Nacho no está. Lola no hay día que no le piense. Recuerda su sonrisa, "la tenía preciosa", sus bromas, "era divertido, con un humor muy fino". Lo visualiza cogiendo olas, "le encantaba", leyendo, "adoraba la historia", disfrutando... Lo espera, sin duda; lo espera, sin más.

Nacho y Lola en una foto del álbum familiar.