Los cuatro detenidos por su presunta participación, bien como autores, cómplices o encubridores, en el asesinato de Alfredo Balaguer Ríos, el hombre de 55 años cuyo cadáver fue hallado descuartizado y quemado junto al río Túria en Gestalgar el pasado 29 de junio, se encuentran ya entre rejas. El Juzgado de Instrucción número dos de Llíria acordó ayer su ingreso en prisión provisional, comunicada y sin posibilidad de fianza, tras escuchar las declaraciones de dos de ellos –los otros dos se acogieron a su derecho a no declarar–. El que sí declaró fue Luis Marcos G. T., de 51 años, a quien los otros tres encausados acusaron, tanto ante la Policía Nacional como a los investigadores del grupo de Homicidios de la Guardia Civil, de ser el autor material del crimen.

El detenido el pasado martes inicialmente por un delito de violencia contra la mujer, detención ilegal y amenazas, después de que su pareja y el novio de la hija de esta lo acusaran de tenerlos retenidos en casa bajo amenazas de muerte si contaban lo que había ocurrido en junio, confesó ayer ante la jueza haber descuartizado el cadáver de su casero, a quien pagaban un alquiler de 200 euros mensuales por vivir en una casa del barrio de la Fuensanta, domicilio en el que la propia víctima residía como okupa tras fallecer su verdadero dueño.

Negación

Aunque admitió que la idea de descuartizar el cuerpo partió de él, el acusado negó ser el autor de la muerte, e incluso alegó que no se encontraba en València cuando se produjo el crimen, sino en un pueblo de Córdoba en casa de su madre. Así sostiene que fue su pareja quien «lo mató a golpes con una tabla de madera mientras Alfredo dormía» en el sofá, según le confesó ella cuando Luis regresó en autobús desde Córdoba al recibir una llamada de su compañera sentimental pidiéndole ayuda porque supuestamente su casero la había amenazado. «O subes o te olvidas de mí para los restos», le dijo.

El hombre se encontró a la víctima ya fallecida, detrás del sofá, con una bolsa de basura en la cabeza, maniatado y con una esponja en la boca. Su pareja le explicó entre lágrimas que lo había matado mientras dormía poco después de tener un nuevo altercado con su casero, por cuestiones de la limpieza de la casa. Además de acusar a la víctima de maltratar a Pilar, hecho que no está acreditado, el acusado relató que solían discutir porque Alfredo le exigía a su pareja limpiar la casa y hacer la comida.

No obstante, los investigadores tienen numerosos indicios que apuntan a que el móvil del crimen sería económico. De hecho, la causa está abierta por los delitos de asesinato, estafa, falsedad documental y usurpación de estado civil, ya que los acusados habrían realizado numerosas compras suplantando la identidad del fallecido.

Testimonio de la hija

Por su parte, la joven de 19 años detenida, hija de la presunta autora material del asesinato, también declaró ante la jueza. La acusada mantiene que tanto ella como su novio estaban en Vilamarxant el 27 de junio cuando su madre le envió un wasap pidiéndole que tenía que ayudarla con unas «manualidades». Al día siguiente, ya por la noche, le vuelve a pedir que vaya rápido a su casa, en la calle Escultor Salcillo de València, porque había pasado una cosa grave, pero sin darle ningún tipo de explicación. 

Después de que Luis descuartizara el cuerpo con un serrucho metió los restos en bolsas de basura y éstos a su vez en una caja. Junto con la hija de su pareja y el novio de ésta lo cargaron en el maletero del BMW de éste último y lo trasladaron a una paraje de Gestalgar conocido como Peña María. Pilar se quedó en la casa limpiando –aunque en el registro policial realizado el jueves todavía eran más que evidentes las proyecciones de sangre en las paredes–. Por el camino pararon a comprar gasolina, acelerante con el que prenderían fuego a los restos mortales de su víctima para dificultar su identificación. Con lo que no contaban es que una pequeña placa de titanio y acero, localizada en la autopsia del cadáver, fruto de una intervención quirúrgica a la que fue sometido Alfredo para corregirle un problema en una vértebra lumbar, permitiría a los investigadores ponerle nombre a la víctima y estrechar el cerco sobre sus presuntos asesinos.