Lesiones en la frente, la falta de un diente y otros dos partidos, contusiones en labios y nariz, así como en la mano o en la rodilla. En definitiva "muchos signos de violencia". Todos ellos provocados posteriormente a los disparos, en un momento que se denomina perimortem, es decir, alrededor o poco antes de morir por la reacción de las heridas. Es lo que demostraron ayer los dos médicos forenses que realizaron la autopsia de Jonathan F. H. en la quinta sesión del proceso por el crimen del bar JM de Badajoz el día de Navidad de 2019.

Los peritos, que señalaron que la víctima estaba en el último estadio cuando se produjeron, enseñaron a la sala las imágenes del cadáver y explicaron cada una de estas heridas. "Son lesiones activas producidas por algo, contusas y directas, compatible con patadas", afirmaron. El primo, F. J. S. F., también presentaba contusiones en cabeza, tórax y abdomen a causa de traumatismos directos.

Para el abogado de la familia del fallecido, Fernando Cumbres, por el maltrato que recibió en sus momentos de agonía, entiende que hubo un "ensañamiento desproporcionado" del acusado, J. M. M. C. y su familia. "Genera un daño y un dolor injustificado mientras estaba muriendo", expresó.

Los forenses también enseñaron las fotos de los disparos en el cuerpo. La primera bala entró por el hombro izquierdo en posición perpendicular y se alojó en el cuello y el segundo entró por la parte externa del codo izquierdo, salió por la interna, entró por la parte torácica y salió por la derecha. Pero fue el tercero el que causó la muerte, a dos centímetros del pezón izquierdo, que perforó corazón, hígado y riñón. Este fue de arriba abajo.

Otro de los aspectos importantes fue el examen toxicológico de Jonathan, que presentaba 1,3 gramos por litro de sangre respecto al alcohol, así como había consumido cocaína en las doce horas anteriores y cannabis en las cinco previas. Para ellos, podría estar en estado de embriaguez, lo que disminuiría su capacidad de reacción.

También aportaron datos sobre el acusado, como que no requirió asistencia médica por intoxicación de alcohol o que no mostraba una dependencia a las drogas. Además, destacaron que tiene unos rasgos de «impulsividad e inmadurez» que no están relacionados con una enfermedad mental. En este punto, el letrado de la defensa, Enrique González de Vallejo, manifestó que su cliente ha sido diagnosticado por los médicos del centro penitenciario con un trastorno de personalidad tipo b, pero los peritos, cuando lo trataron en noviembre de 2020 consideraron que era "totalmente funcional". El abogado cree que es más convincente quienes lo ven a diario.

Por la Audiencia Provincial pasó también la forense que levantó el cadáver y, por videoconferencia, entre otros, dos agentes de la científica que hicieron el informe de la trayectoria de los disparos por fotogramas del vídeo. Estos aclararon primero que la calidad de la imagen no era perfecta pero dijeron que el primer disparo se produjo a 1,5 metros, el segundo a 40 centímetros y el tercero entre 70 y 100. En los dos primeros se aprecian los fogonazos y el último se ve por un reflejo. Para ellos todo ocurrió muy rápido y entre el segundo y tercer disparo pierden de vista el arma por el tumulto de la gente, motivo por que el creen que hubo una interrupción pero que no saben a qué se debió.

El lunes continuará el juicio con las pruebas criminalísticas y toxicológicas y está previsto que finalice por la tarde.