Un nuevo estudio desarrollado en la Universidad Estatal de Ohio (Estados Unidos) y la Universidad de Birmingham (Reino Unido) ha determinado con más precisión el momento exacto en el cual la Vía Láctea se unió y la forma en que lo hizo. Fue hace unos 10 mil millones de años, cuando se fusionó con una galaxia satélite denominada Gaia-Enceladus. La evidencia indica que en el momento de la fusión la Vía Láctea ya había formado la mayor parte de sus estrellas.

Al igual que ha sucedido con otras galaxias espirales gigantes en el universo, la Vía Láctea se ha «alimentado» a lo largo de su historia de múltiples choques y fusiones con otras galaxias.

Sin embargo, una de esas alianzas galácticas parece haber sido más significativa: ocurrió hace 10 mil millones de años, cuando nuestro hogar en el cosmos se acopló con Gaia-Enceladus, una galaxia satélite que orbitaba alrededor de la Vía Láctea atraída por su fuerza gravitacional.

De acuerdo a una nota de prensa, la nueva investigación ha logrado comprobar que en el momento de esa fusión gran parte de las estrellas ubicadas en el disco principal de la Vía Láctea ya estaban formadas.

Más allá de esto, la colisión provocó fuertes cambios en las órbitas de las estrellas que se encontraban previamente en nuestra galaxia y, además, sumó nuevas estrellas provenientes de Gaia-Enceladus, que se integraron en el halo exterior de la Vía Láctea.

En el mismo sentido, investigaciones previas lideradas por la Universidad de Cambridge ya habían remarcado en 2018 la trascendencia de la fusión entre la Vía Láctea y Gaia-Enceladus.

Los científicos destacaron en ese momento que el impresionante choque intergaláctico reformó la estructura de la Vía Láctea, dando forma tanto a su protuberancia interior como a su halo exterior.

Edades similares

En la nueva investigación, que fue publicada en la revista Nature Astronomy, los especialistas explicaron que las edades de las estrellas provenientes de la galaxia «intrusa» eran muy similares a las que tenían las estrellas propias de la Vía Láctea en el momento de la enorme colisión, aunque las visitantes eran algo más jóvenes.

Esta condición permitió a los científicos concluir que un gran porcentaje de la composición estelar de nuestra galaxia ya estaba en su lugar antes de la fusión.

Para obtener estos datos, los astrónomos seleccionaron alrededor de 95 estrellas que habían sido observadas a través del telescopio espacial Kepler de la NASA.

Mediante herramientas de astrosismología, los investigadores pudieron acceder al «interior» de las estrellas: con esa información sobre su estructura interna, los científicos son capaces de determinar las edades de cada estrella.

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¿La Vía Láctea tuvo un crecimiento precoz?

Los resultados indicaron que aunque tanto las estrellas provenientes de Gaia-Enceladus como las que ya conformaban el disco principal de la Vía Láctea contaban con edades de alrededor de 10 mil millones de años, las primeras eran algo más jóvenes, como se indicó previamente.

Además de confirmar la fecha de la fusión, el descubrimiento podría abrir nuevas investigaciones en torno a la conformación inicial de la Vía Láctea, que podría haberse desarrollado con mucha más rapidez de lo pensado hasta hoy.

Según los expertos, determinar con exactitud la edad de las estrellas es crucial para avanzar en un conocimiento más profundo sobre la formación de las galaxias y la historia del cosmos. Gracias a esos datos, es posible diferenciar el origen de cada estrella, en el marco de las constantes fusiones y colisiones entre galaxias de diferentes magnitudes y características.

Referencia

Chronologically dating the early assembly of the Milky Way. J. Montalbán et al. Nature Astronomy (2021).DOI:https://doi.org/10.1038/s41550-021-01347-7

Foto:

Recreación artística del disco grueso localizado en medio de la Vía Láctea. Crédito: ESO/NASA/JPL-Caltech/M. Kornmesser/R. Hurt, CC BY 4.0.