Los regalos navideños están profundamente anclados en la cultura y tienen una base científica: son fundamentales para fomentar las conexiones humanas, nos hacen sentir mejor que si derrochamos dinero en nosotros mismos, y ayudan a construir una red de vínculos rituales entre familias. Y no solo con motivo de la navidad.

Ya sea por el temor de un viaje a un centro comercial abarrotado, el desafío de elegir los regalos correctos, la frustración por los retrasos en la entrega o el golpe en la billetera, comprar regalos para las fiestas puede ser estresante.

¿Qué sentido tiene todo esto? ¿No debería la temporada navideña limitarse a la familia, los amigos y la comida? ¿Y no sería mejor para todos gastar su propio dinero en cosas que saben que quieren?

Los intercambios de obsequios pueden parecer un despilfarro y poco prácticos. Pero, como revela la investigación científica social, los costos y beneficios de regalar no son lo que parecen.

El circuito Kula

Durante su trabajo de campo en Papúa Nueva Guinea, el antropólogo Bronislaw Malinowski documentó una elaborada tradición practicada por el pueblo Massim.

Estas comunidades isleñas mantenían un complejo sistema de intercambio ceremonial que giraba en torno al obsequio de collares y brazaletes de conchas. Cada regalo pasó primero entre individuos y luego viajó entre islas en un círculo que se conoció como el "Circuito Kula".

Estos artefactos no tenían utilidad práctica ni valor comercial. De hecho, venderlos estaba estrictamente prohibido por la costumbre. Y dado que los objetos estaban siempre en movimiento, sus dueños rara vez los usaban.

Conexiones humanas

No obstante, los Massim hicieron largos viajes para intercambiarlos, arriesgando la vida y la integridad física mientras navegaban por las traicioneras aguas del Océano Pacífico en sus tambaleantes canoas.

Esto difícilmente parece un uso eficiente del tiempo y los recursos. Pero los antropólogos se dieron cuenta de que el Kula era fundamental para cultivar la conexión humana.

Individualmente, estos obsequios no eran realmente gratuitos; vinieron con la expectativa de reembolso en el futuro. Pero en general, sirvieron para crear un ciclo de responsabilidades mutuas, lo que resultó en una red de relaciones recíprocas que abarcaba a toda la comunidad.

Malinowski, con los isleños de Trobriand, 1918 Colecciones de bibliotecas de la London School of Economics,

El efecto de dar

Existen intercambios similares en sociedades de todo el mundo. En muchas partes de Asia, la entrega de obsequios es una parte integral de la cultura corporativa. Al igual que para los Massim, esos obsequios simbólicos facilitan las relaciones comerciales.

En gran parte del mundo occidental, uno de los contextos más familiares es la costumbre de intercambiar regalos navideños. En ocasiones como Navidad, Hanukkah o Kwanzaa, muchas familias dedican mucho tiempo, esfuerzo y dinero a comprar regalos para sus seres queridos.

Mirándolo a través de la lógica fría, la práctica parece un desperdicio. Todo el mundo tiene que pagar por las cosas de otra persona. Algunos obsequios no se utilizan o se devuelven. Si nadie diera regalos, sería mejor que todos gastaran su dinero y tiempo de acuerdo con sus propias necesidades y deseos.

Sin embargo, la investigación psicológica sugiere lo contrario.

Mejor dar que recibir

Los estudios demuestran que gastar dinero en otros nos hace sentir mejor que derrochar dinero en nosotros mismos. De hecho, los neurocientíficos han descubierto que hacer una donación hace que los circuitos de recompensa del cerebro se iluminen más que cuando recibimos un regalo. Además, la alegría de dar un regalo dura más que el placer fugaz de aceptarlo.

Al intercambiar regalos, podemos hacer una doble inmersión y difundir sentimientos de gratitud por todos lados. Además, como las familias y los amigos conocen los gustos, preferencias y necesidades de los demás, es probable que la mayoría de las personas terminen recibiendo lo que querían en primer lugar, con la ventaja adicional de acercar a todos.

Tejiendo redes de conexiones

El compartir ritualizado ocurre no solo dentro, sino también entre familias. Piense en fiestas de cumpleaños, bodas o baby showers (fiesta por la llegada de un bebé).

Se espera que los invitados traigan un regalo, a menudo de gran valor. Tanto ellos como sus anfitriones, mantienen a menudo un registro del valor de esos obsequios, y se espera que los receptores correspondan con un obsequio de valor similar cuando la oportunidad se presente en el futuro.

Este intercambio tiene múltiples funciones. Para los anfitriones, proporciona apoyo material, a menudo durante períodos de transición desafiantes, como comenzar una nueva familia.

Y para los que regalan, es como invertir dinero en un fondo, que se utilizará cuando llegue el momento de convertirse en anfitriones.

Redes familiares

Además, los obsequios ayudan a elevar el estatus simbólico de los donantes junto con el del receptor, que está en posición de organizar una ceremonia fastuosa financiada en parte o en su totalidad por los invitados.

Más importante aún, estos intercambios ayudan a construir una red de vínculos rituales entre familias.

Prácticas similares incluso se extienden a la política: cuando los diplomáticos o líderes visitan un país extranjero, es costumbre intercambiar regalos. Los funcionarios franceses suelen repartir botellas de vino, mientras que los líderes italianos son conocidos por regalar corbatas de moda.

Otros obsequios diplomáticos pueden ser más inusuales. Cuando el presidente Richard Nixon visitó China en 1972, el presidente Mao Zedong envió dos pandas gigantes, llamados Ling-Ling y Hsing-Hsing, al Zoológico Nacional en Washington, DC. El gobierno de Estados Unidos correspondió enviando dos bueyes a China.

Algo especial

Desde las conchas que intercambian los isleños del Pacífico hasta los juguetes y suéteres colocados bajo los árboles de Navidad, compartir siempre ha estado en el centro de muchas tradiciones rituales. Esto es fundamentalmente diferente de otras formas de intercambio material, como el comercio o el trueque.

Para los Massim, cambiar un collar de concha por un brazalete de concha no es lo mismo que cambiar ñame por pescado, así como dar un regalo de cumpleaños no es lo mismo que darle dinero al cajero del supermercado para comprar alimentos.

Esto habla de una regla más general de acciones ceremoniales: no son lo que parecen ser. A diferencia de los comportamientos ordinarios, las acciones rituales no son utilitarias. Es esta misma falta de utilidad obvia lo que los hace especiales.

Este artículo se publicó originalmente en la edición norteamericana de The Conversation. Se reproduce con autorización.