Las bolsas de agua líquida a escasa profundidad bajo la capa de hielo que domina a Europa, una de las lunas de Júpiter, podrían ser comunes e incrementarían considerablemente las condiciones de habitabilidad del satélite, convirtiéndolo en el candidato ideal para el hallazgo de algún tipo de vida extraterrestre.

Investigadores de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, sugieren en un nuevo estudio publicado recientemente en la revista Nature Communications, que Europa, una de las lunas de Júpiter, sería el candidato principal para descubrir vida extraterrestre en nuestro Sistema Solar. Han comprobado, a través de la comparación con procesos similares que ocurren en la Tierra, que las bolsas de agua líquida bajo la superficie del satélite tendrían un mayor contacto con la superficie y estarían desperdigadas por toda su extensión, incrementando así las condiciones de habitabilidad de Europa. 

Revelando los misterios de Europa

Considerado el sexto satélite más grande del Sistema Solar, Europa está compuesta principalmente por silicatos, con una corteza de hielo y un probable núcleo de hierro y níquel. La misteriosa luna de Júpiter ha cautivado a los científicos durante décadas, principalmente debido a su profundo océano de agua salada. Sin embargo, como está encerrado por una capa helada que podría tener varios kilómetros de espesor, las posibilidades de estudiarlo y de comprobar si acoge o propicia alguna forma de vida extraterrestre se han visto reducidas hasta hoy.

Ahora, la evidencia recopilada en el nuevo estudio revela que la capa de hielo puede ser menos una barrera y más un sistema dinámico, fuertemente relacionado con la superficie del satélite. De esta forma, la condiciones de habitabilidad se incrementarían fuertemente: según una nota de prensa, los científicos creen que en Europa podría haber agua en todas partes. 

En concreto, los especialistas creen que si el agua está más cerca de la superficie, donde puede obtener sustancias químicas interesantes del espacio y otras lunas de Júpiter, existen grandes posibilidades de que la vida tenga una oportunidad en Europa. ¿Cómo lograron los investigadores llegar a estas conclusiones?

Video: los datos de radar de penetración en el hielo de Groenlandia sugieren que las bolsas de agua poco profundas pueden ser comunes dentro de la capa de hielo de Europa, lo que aumenta la posibilidad de detectar signos de habitabilidad cerca de la superficie de la luna de Júpiter. Crédito: Universidad de Stanford / YouTube.

Agua por todas partes

En Europa, cortes dramáticos en la superficie helada de la luna aparecen como “crestas” que superan los 300 metros, separadas por valles de aproximadamente 8 kilómetros de ancho. Los científicos conocen algunas de sus características desde que la nave espacial Galileo fotografió la superficie de Europa en la década de 1990, pero no han podido explicar en detalle cómo se formaron.

Mediante análisis de datos de elevación de la superficie y radares de penetración de hielo recopilados entre 2015 y 2017 por la Operación IceBridge de la NASA, los científicos revelaron un fenómeno similar que ocurre en el noroeste de Groenlandia, en nuestro planeta. En ese lugar, el hielo se fractura alrededor de bolsas de agua líquida presurizada, que se vuelven a congelar dentro de la capa de hielo. Según los investigadores, el mecanismo observado en Groenlandia sería similar a la dinámica que tendría la capa de hielo de Europa.

Esas “crestas” que se forman en Groenlandia, cuando las bolsas de agua líquida interactúan con la parte superficial de la capa de hielo y la rompen, se producen bajo la misma geometría a escala de gravedad que aquellas que se encuentran en Europa y dominan gran parte de su superficie. Esto indicaría que el agua líquida tendría una relación mucho más directa con la superficie de la luna joviana de lo pensado hasta el momento, aumentando notablemente las posibilidades de que se concreten las interacciones necesarias para la vida. 

Referencia

Double ridge formation over shallow water sills on Jupiter's moon Europa. Riley Culberg, Dustin M. Schroeder and Gregor Steinbrügge. Nature Communications (2022). DOI:https://doi.org/10.1038/s41467-022-29458-3