La Teoría de Juegos es una poderosa herramienta matemática que permite evaluar las decisiones de los dirigentes: ha puesto de manifiesto que hay personas más propicias que otras para escoger las mejores opciones. Estadísticamente, los políticos son los menos dotados de sabiduría a la hora de decidir sobre el bien común.                               

Mientras en los años 50 y 60 del siglo pasado la Guerra Fría entre la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los Estados Unidos de Norteamérica se encontraba en pleno auge, Norteamérica confiaba en la superioridad de su ciencia. Su estrategia para ganar consistía en mantenerse por delante de los soviéticos en innovación científica y tecnológica.

Pero, sobre todo, los norteamericanos confiaban en que podían tomar mejores decisiones que los soviéticos. Para ello habían desarrollado, antes que nadie, una herramienta matemática esencial: la Teoría de Juegos.

Teoría de juegos

John von Neumann, probablemente el matemático más brillante del siglo XX, que realizó cálculos esenciales para la bomba atómica del Proyecto Manhattan, fue su principal artífice.

Aunque años más tarde haría públicos sus descubrimientos, John von Neumann empezó a desarrollar la Teoría de Juegos trabajando para los militares en el más riguroso secreto. Los presidentes Dwight Eisenhower, John Fitzgerald Kennedy y Lyndon B. Johnson, basaron la mayoría de las decisiones sobre la Guerra Fría en la Teoría de Juegos.

Hoy en día la Teoría de Juegos tiene un papel esencial en múltiples campos, desde la biología de poblaciones a la economía, pasando por la sociología y las ciencias de la computación. Pero, sobre todo, destaca por su aplicación a la toma de las decisiones más acertadas en todo tipo de conflictos.

Sin duda una herramienta tan interesante debería emplearse por los políticos para tomar las mejores decisiones.

Déficit científico

Sin embargo, no aplican La Teoría de Juegos de forma consciente. La mayoría de ellos carecen de formación matemática avanzada y muy pocos tienen formación científica. Pero aseguran que toman las decisiones más adecuadas basándose una extraña mezcla de procedimientos dialécticos e intuición.

¿Es eso cierto? Estudiemos lo que hacen nuestros políticos aplicando el método científico a sus actos. Juzguemos a nuestros políticos mediante ciencia, en vez de utilizar ideologías apasionadas y prejuicios, sin la mínima garantía de veracidad. Usemos el cerebro, no las vísceras.

Los políticos nos aseguran que están en política para buscar el bien común. Dicen de ellos mismos que son inteligentes y capaces, lo suficientemente desinteresados como para trabajar para los demás con grandes dosis de sacrificio y renuncia personal. A cambio tienen buenos sueldos, numerosas prebendas y poder.

Si todo esto fuese cierto, cuando un político gobierna debería maximizar el beneficio del conjunto de los ciudadanos, minimizando a la vez los perjuicios que le causa. Sin embargo, la cantidad de políticos condenados por enriquecerse con la corrupción nos hace sospechar que muchos de ellos están en política para maximizar su propio bien y desafortunadamente muchas de sus declaraciones nos hacen sospechar que no andan tan sobrados de inteligencia como nos aseguran.

El mundo y todo lo que ocurre pueden analizarse en clave matemática. Gordon Johnson en Pixabay.

Perjuicio y beneficio

En buena parte la Teoría de Juegos va de eso. Desarrolló las estrategias “minimax” para averiguar cómo producir en mínimo perjuicio y el máximo beneficio.

Debemos preguntarnos si los políticos toman las decisiones acertadas para maximizar el bien común, si toman las decisiones acertadas para maximizar su propio bien o si, simplemente, son tan incompetentes que toman decisiones que, ni maximizan el bien común, ni maximizan su propio bien.

El método científico pone a prueba la veracidad de las hipótesis en función de los datos experimentales. La Teoría de Juegos nos permite discernir entre estas 2 hipótesis: La primera: Los políticos toman las decisiones acertadas que maximizan el bien común. La segunda: No hacen esto.

Por supuesto, la Teoría de Juegos es una parte muy compleja de las matemáticas aplicadas, donde son necesarios grandes conocimientos formales. Pero podemos hacernos una idea muy acertada de cómo funciona la Teoría de Juegos mediante las aproximaciones a juegos muy sencillos.

Dilema del prisionero

Empezaremos por el dilema del prisionero: Sean dos delincuentes de poca monta que llamaremos Antonio y Mari Carmen (que según el INE son los nombres más comunes en España). Juntos cometen un robo exitoso. Nadie los ve. No hay ninguna prueba contra ellos.

Pero la policía sospecha. Los detiene manteniéndolos incomunicados entre sí. Pero no tienen pruebas contra ellos. Si cuando los interroguen por separado Antonio dice que no sabe nada y Mari Carmen también dice lo mismo, ambos saldrán libres y podrán disfrutar repartiéndose entre los dos el botín. Es lo mejor para ambos. Cada uno sale libre y disfruta de medio botín. En Teoría de Juegos se dice que Antonio y Mari Carmen cooperan.

Asumamos que existe un policía inteligente y preparado que hace lo posible para que al final Antonio y Mari Carmen terminen siendo condenados. Interroga a los dos sospechosos por separado. Intenta sembrar la duda en ellos. Así, a Antonio le hace creer que Mari Carmen está a punto de confesar echándole a él toda la culpa del robo. Y le hace ver que, si Antonio sigue sin decir nada mientras Mari Carmen confiesa antes y le echa a él toda la culpa, ella saldrá libre, mientras que él irá a la cárcel.

Antonio duda. Piensa que sería un tonto si él se calla mientras Mari Carmen confiesa y él no, y como resultado solo él va a la cárcel mientras Mari Carmen se da la gran vida con el botín.

Por otra parte, el policía le hace ver a Antonio que, si él queda libre y Mari Carmen no, él se aprovecharía de todo el botín y no solo de la mitad al no tener que repartirlo con Mari Carmen. Todo son ventajas para él si confiesa primero.

Duda fatídica

Con Mari Carmen, el policía inteligente sigue la misma estrategia. Le dice que Antonio está a punto de declarar, etc., etc… Mari Carmen también duda. Piensa que sería tonta si ella se calla mientras Antonio confiesa y como resultado solo ella va a la cárcel mientras Antonio se da la gran vida con todo el botín. Además, el policía le hace ver que, si ella confiesa primero, se aprovecharía de todo el botín y no solo de la mitad, al no tener que repartirlo con Antonio. Todo son ventajas si ella confiesa primero.

Al final Antonio sucumbe a la tentación de desertar y confiesa. Para él desertar es lo mejor. No irá a la cárcel y disfrutará solo de todo el botín. Pero Mari Carmen también sucumbe a la tentación desertar. Para ella tomar la decisión de desertar es lo mejor. No irá a la cárcel y disfrutará sola de todo el botín.

Sin embargo, cuando los dos toman la mejor decisión posible para sí mismos (desertar) a ambos les ocurre lo peor que les podría pasar. Al desertar los dos, ambos terminan en la cárcel. Sin embargo, cuánto mejor les habría ido si ambos hubiesen cooperado, quedando en libertad para disfrutar cada uno de la mitad del botín.

La Teoría de Juegos da valores a las distintas acciones que pueden llevarse a cabo en este tipo de juegos. Es lo que se llama la Matriz de Pagos. En este caso, Antonio podría cooperar o desertar y lo mismo Mari Carmen. Pero el valor de la estrategia que sigue Antonio depende de lo que haga Mari Carmen y viceversa. Que los dos cooperen es lo mejor para ambos.

Los políticos generan cada vez más desconfianza en la sociedad. Kevin Grieve en Unsplash

¿Hay personas más dadas a cooperar y hay personas más dadas a desertar?

Una serie de estudios científicos han comprobado durante años el resultado obtenido cuando personas con diferentes niveles de inteligencia y de personalidad, así como de ideología y creencias, o de distintas profesiones, juegan repetidamente al Dilema del Prisionero.

La mayoría de estos trabajos han sido efectuados en Estados Unidos. Se han ejecutado de formas diferentes y publicado en lugares muy distintos, desde revistas científicas prestigiosas a memorias y documentos universitarios o de centros de investigación. Por supuesto no hemos podido analizar todos ellos, pero sí encontramos algunas tendencias que parecen muy claras.

De los resultados obtenidos cabe destacar que, cuanto más inteligentes son los jugadores, más cooperan. También que cuanto mayores son sus niveles de conocimiento y formación académica, mayor es la cooperación.

La gente con mayor IQ son los que menos desertan cuando juegan al dilema del prisionero. Quienes tienen un doctorado desertan significativamente menos que quienes solo tienen estudios primarios. Asimismo, se ha observado que el grado de deserción es máximo entre los que tienen concepciones más acientíficas del mundo (creacionistas, terraplanistas…)

Maquiavélicos

Respecto a la personalidad, como era de esperar, la deserción es máxima en personas con patologías psicosociales. Pero quienes baten todos los récords en capacidad de deserción son quienes tienen lo que en psicología se denomina una “personalidad con un elevado grado de maquiavelismo". Los “maquiavelos” (casi) nunca cooperan.

En cuanto a ideologías, se ha observado que personas que se consideran de centro izquierda cooperan más que las que se consideran de derechas. Quienes menos cooperan son los más extremistas.

Respecto a las creencias, hay un hecho sorprendente: los no creyentes cooperan estadísticamente más que los que se consideran más religiosos.

Con respecto a las distintas profesiones, la cooperación es máxima entre matemáticos y científicos en general (probablemente no sea tan relevante pues muchos de ellos conocen la Teoría de Juegos). También los profesionales que ejercen la medicina y la enfermería están entre las personas que más cooperan en el dilema del prisionero.

En el extremo contrario encontramos a los profesionales del derecho entre los campeones de la deserción.

Solo porcentajes

Insistimos en que esto no quiere decir que no haya abogados (o políticos) que cooperen, sino que quienes caen en la tentación de desertar son más frecuentes en su profesión que, por ejemplo, entre los sanitarios.

Por supuesto, esto tampoco quiere decir que no exista gente muy inteligente con un doctorado en ciencias, psicológicamente sanos y no creyentes que deserte, ni gente sin estudios, con problemas conductuales, que coopere.

Estos estudios solo indican cosas como que el porcentaje de doctores que cooperan es estadísticamente mayor que el de las personas que cooperan y solo tienen estudios primarios.

Pero hay un dato importante: se ha comprobado el nivel de cooperación y deserción de los políticos cuando juegan al dilema del prisionero. Y son, con mucho, quienes más suelen desertar.

Es un indicio importante que sugiere que los políticos podrían no estar tomando las decisiones acertadas que maximicen el bien común. Vale la pena profundizar. En la siguiente entrega aplicaremos otros modelos de teoría de juegos a los políticos para comprobar esto.

 

Los autores quieren agradecer al Prof. M.K.R., ya retirado, quien fue asesor del presidente de Estados Unidos L. B. Johnson, y nos ayudó con información muy destacada sobre el tema de este artículo.

LOS PODERES, BAJO LA MIRADA CIENTÍFICA

 

•    Artículos para entender lo que nos pasa desde una óptica rigurosa

 

Nuestra vida cotidiana transcurre en un mundo extremadamente complejo. Entenderlo nos plantea un extraordinario reto intelectual. Los análisis dialécticos clásicos, por más elaborados que resulten, no parecen ser suficientemente capaces de explicarlo.

Mientras aumenta enormemente la dificultad de los desafíos a los que se enfrenta la humanidad, cada vez hay más adeptos incondicionales de las ideologías simples polarizadas en extremo. Numerosos bulos y fake news, teorías de la conspiración, a cuál más irracional, se abren paso atrayendo a decenas de millones de personas. Algunas de estas creencias son simplemente ridículas (por ejemplo, el terraplanismo). Pero otras (antivacunas, negacionistas del cambio climático, etc.) dificultan sobremanera la solución a retos de los cuales depende el futuro de nuestra especie.

En medio de este panorama debemos plantearnos cuán acertadas son nuestras opiniones, pero -sobretodo- cuán acertadas son nuestras decisiones.

No es una mera curiosidad académica. Interpretar lo mejor posible la realidad que nos rodea nos permite tomar buenas decisiones, algo esencial si queremos construirnos una buena vida y conseguir que la sociedad vaya mejor.

Tal vez sea hora de abordar la realidad desde un enfoque diferente.

Conocimientos para analizar la realidad

La ciencia experimental nos ha proporcionado el conocimiento más completo y fiable del que dispone la humanidad. A base de responder preguntas aplicando rigurosamente el método científico experimental, hemos conseguido proezas tales como desvelar cuál fue el origen de nuestro universo, datar con precisión cuando ocurrió, revelar la naturaleza íntima de la materia y la energía, describir lo que ocurre a velocidades próximas a la de la luz, desentrañar los misterios de la relatividad y de la mecánica cuántica, liberar la energía del átomo…

Hemos podido comprender también la esencia de la vida, descifrando el complejo funcionamiento de su maquinaria molecular y la manera en que evolucionan los organismos, escribiendo una crónica detallada de la biodiversidad durante los últimos 3.500 millones de años. Incluso nos aproximamos a la comprensión de la base material de nuestra propia consciencia y desarrollamos inteligencia artificial sobre soportes materiales no biológicos.

La ciencia triplicó nuestra esperanza de vida y nos permitió unos estándares de bienestar material impensables durante la mayor parte de nuestra existencia como especie. Por primera vez en nuestra historia no vivimos cubiertos de parásitos, tenemos analgésicos y no estamos muchos de nosotros permanentemente hambrientos.

Mejorar nuestras opciones

Si la ciencia experimental consiguió tan gigantescos logros, también podrá explicar certeramente lo que pasa en nuestra vida cotidiana, proporcionar una visión mejor de la política o la economía y ayudarnos a acertar en nuestras previsiones.

Decía Carl Sagan que una buena manera de entendernos a nosotros mismos es realizar un experimento mental imaginando que unos extraterrestres extremadamente inteligentes, tremendamente avanzados a nivel tecnológico, que para adquirir sus conocimientos solo siguen un razonamiento científico-matemático extremadamente riguroso: nos estudian a distancia sin interferir en nada con nosotros.

De hecho, ni siquiera sabríamos que nos están estudiando. Nada saben de nosotros, ni de nuestra historia, ni de nuestras ideologías, creencias o religiones. Simplemente nos analizan sin prejuicios solo en base al método científico. ¿A que conclusiones llegarían?

Eduardo Costas, científico profesional, catedrático y académico, y Eduardo Martinez de la Fe, periodista científico con una larga trayectoria, colaboran desde hace años en diversos proyectos de divulgación científica. Ahora asumen un nuevo reto: analizar, aplicando rigurosamente el método científico, diversos problemas a los que nos enfrentamos en la actualidad, intentando sacar las consecuencias necesarias que nos ayuden a mejorar la vida.

Es un objetivo ambicioso que afrontamos con total humildad intelectual.

Certezas basadas en evidencias

El nombre elegido para esta nueva sección es Nullius in verba, que puede traducirse del latín como “no confíes en la palabra de nadie” y que tiene un gran significado en la historia de la ciencia. Es el lema de la Royal Society, la sociedad científica que cambió nuestra historia al resultar clave para el desarrollo del mundo moderno. Resume nuestro objetivo con esta serie de artículos de entender la vida cotidiana desde una perspectiva científica. La búsqueda de la verdad debe dejar de lado las presiones políticas, sociales o religiosas y sustentarse en hechos demostrables en vez de en la palabra, la autoridad o la fama de alguien.

Trataremos desde este enfoque temas de actualidad que a todos nos preocupan (políticos, jueces, emigración, economía…). Nos ayudará a entender. Nos ayudará a acertar en nuestras decisiones en estos tiempos de gran incertidumbre.

En los albores del siglo XX, Ortega y Gasset reflejó este momento incertidumbre con una fase célebre: no sabemos lo que nos pasa y eso es lo que pasa. Nosotros añadimos: aunque seguimos sin entender muy bien lo que pasa, queremos entender por qué nos pasa. Como veremos, las herramientas científicas son tremendamente útiles para conseguirlo.


Artículos de esta serie:

Halcones y palomas sobrevuelan la política española

Los comportamientos políticos no resisten el análisis científico