Neurociencias

Una bala en la cabeza puede hacernos ver el mundo al revés sin llegar a matarnos

También puede cambiar la historia de la neurociencia en España, como así ha ocurrido

¿Te imaginas ver el mundo así? Una lesión cerebral puede provocarlo.

¿Te imaginas ver el mundo así? Una lesión cerebral puede provocarlo. / Charles Clyde Ebbets.

Eduardo Martínez de la Fe

Eduardo Martínez de la Fe

Un soldado herido de bala en la cabeza durante la guerra civil española sobrevivió, empezó a ver el mundo al revés y a los colores separados de los objetos. Desencadenó una investigación que cambió el conocimiento del cerebro. Un neurólogo catalán, prácticamente desconocido, consiguió esa proeza científica. Se llama Justo Gonzalo Rodríguez-Leal y ahora empieza a ser reconocido.

La historia de la neurociencia en España ha destacado no solo por contar con un Premio Nobel entre sus filas, como Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), sino también por algunas historias singulares que han contribuido también al actual conocimiento que se tiene del cerebro.

Una de estas historias singulares la protagoniza el neurocientífico catalán Justo Gonzalo Rodríguez-Leal (1910-1986), que planteó una singular teoría sobre la estructuración funcional de la corteza cerebral. Esta historia ha sido recuperada ahora con la publicación de un artículo en la revista Neurología que reivindica la importancia de su contribución a la comprensión del funcionamiento cerebral.

Rodríguez-Leal no solo estudió medicina en Madrid en una época turbulenta, sino que desarrolló sus estudios en las universidades de Viena (junto a los afamados neurólogos Hans Hoff y Otto Pötzl, este último uno de los pioneros en la neuropsicología) y de Frankfurt, donde fue alumno del neurólogo y psiquiatra alemán Karl Kleist, que contribuyó al conocimiento del trastorno bipolar.

Patrones antiguos

De regreso a España, durante la guerra civil, intervino como médico de guerra y luego fue destinado al Centro de Traumatizados del Cráneo en Godella (Valencia), donde realmente se inició la investigación que representó una importante contribución a la neurociencia de principios del siglo pasado.

En aquellos momentos, la neurociencia seguía el patrón de la física newtoniana y consideraba al cerebro como la suma de una serie de regiones diferentes separadas entre sí con poca o ninguna superposición.

Todo el conocimiento giraba en torno a una especie de mapas funcionales de la corteza cerebral en los que se localizaban una serie de procesos mentales vinculados a regiones cerebrales concretas. El antiguo profesor de Rodríguez-Leal, Karl Kleist, era uno de los científicos más destacados en este enfoque.

Paciente M

Para Rodríguez-Leal todo cambió cuando trató a un soldado republicado herido en la guerra civil que pasó a la historia como Paciente M.

Se trata de un varón de veinticinco años que había recibido el impacto de un proyectil, causándole una lesión cerebral localizada en la región parieto-occipital izquierda.

La bala había entrado y salido del cerebro, pero el Paciente M recuperó su salud sin ningún tipo de cuidado especial. Luego vivió una vida feliz hasta su fallecimiento a finales de los años 90.

Rodríguez Leal se interesó especialmente por el Paciente M por los síntomas causados por su lesión cerebral: por ejemplo, veía los objetos por triplicado, así como los colores separados de los objetos y sufría una inversión de la percepción visual que le llevaba a ver el mundo al revés. Describió que veía a unos hombres boja abajo trabajando en un andamio.

Impacto científico

Ninguna de estas anomalías le impidió llevar una vida relativamente normal, gracias al desarrollo, totalmente inconsciente, de estrategias de facilitación motora y mecanismos de atención selectiva a estímulos intensos, según Rodríguez-Leal.

No obstante, esas anomalías sí provocaron un amplio impacto en Rodríguez-Leal que le llevaron a explorar hasta 100 pacientes más con heridas cerebrales (la mayoría de la guerra civil, incluido otro Paciente T, con heridas similares a las del Paciente M, pero con menor intensidad).

Esta investigación llevó a Rodriguez-Leal a cambiar su orientación teórica sobre la actividad cerebral y a esbozar una nueva concepción dinámica de la neurofisiología basada en la excitabilidad nerviosa.

Se trata de una propuesta sugerente según la cual el efecto de una lesión cerebral depende tanto del lugar en el que ocurre como de su tamaño. Rodríguez-Leal añade que la corteza está formada por múltiples gradientes cerebrales de los que depende la alteración patológica.

Salto importante

Los síntomas que mostraban tanto el Paciente M como el Paciente T y los demás casos analizados responden a esta propuesta de Rodríguez-Leal.

Esta teoría supuso un salto importante en la concepción del cerebro porque trasciende la idea de que pueda estar dividido en regiones diferentes vinculadas sin más a funciones concretas.

Rodríguez-Leal planteó que el cerebro es algo mucho más complejo porque las funciones neurológicas están organizadas en gradientes o declives que se extienden por toda la corteza.

Una teoría que explica los extraños síntomas causados por parecidas lesiones cerebrales y que llevó a la neurociencia a evolucionar un paso más en el conocimiento de cómo funciona el cerebro.

Llegó la hora

Si Pascal estableció la base neuronal del cerebro reconocida mundialmente en 1906, Rodríguez-Leal introdujo en 1950 el concepto de complejidad en la descripción de la funcionalidad de la corteza que cambiaría la comprensión del cerebro, sin que prácticamente nadie se diera cuenta.

Y todo gracias a un soldado que, después de recibir un balazo en la cabeza en 1938, se despertó en un mundo que percibía al revés: así intrigó a un científico más preocupado por entenderlo que por dar a conocer lo que estaba interpretando. Ahora se empieza a reconocer la importancia de su trabajo.

Referencias

Redescubriendo al paciente M: Justo Gonzalo Rodríguez-Leal y su teoría de la dinámica cerebral. A. García-Molina, I. Gonzalo-Fonrodona. Neurología, 2023;76:235-241. DOI:https://doi.org/10.33588/rn.7607.2023062

La pionera aportación de Justo Gonzalo al estudio de la organización funcional del cerebro. A. García-Molina. Neurosciences and History 2015; 3(2): 61-67.