El Castell de Guadalest es uno de los pueblos más bonitos de España. No en vano, es Conjunto Histórico Artístico, Bien de Interés Cultural y, desde 2016, uno de los pueblos más bonitos del mundo.

La localidad se encuentra en el interior de la provincia de Alicante, rodeada por las montañas más altas de la Costa Blanca: la sierra de Aitana, Serrella y Xortà.

El embalse de Guadalest, con su color esmeralda característico, añade más belleza a esta entrañable localidad. El pantano tiene una capacidad de 13 hectómetros cúbicos y una altura de presa de 75 metros.

Hoy en día, abastece de agua a las vecinas poblaciones y es visita obligada si se accede a este lugar, referente del turismo de interior de la Comunitat Valenciana.

Estas rutas ofrecen la posibilidad de disfrutar de la variada flora y fauna. ED

Los amantes del senderimo pueden disfrutar con las tres rutas aptas para la mayoría de la población: la ruta alrededor del embalse tiene una distancia de 12 kilómetros, el PR-V-18 con la subida a la cumbre de Xortà (15,8 kilómetros) y el PR-V-19 con la subida a la población de Castell de Castells (13 kilómetros).

Estas rutas ofrecen la posibilidad de disfrutar de la variada flora y fauna características de esta zona de montaña. Tomillos, romeros, lavandas, brezos, también pinos, olivos, almendros, algarrobos, algunas encinas y nogales y abundantes frutales.

En cuanto a la fauna, se aprecian águilas perdiceras, gavilanes, halcones, búhos y otras rapaces planean por encima de estos terrenos, en los que también anidan mochuelos, lechuzas, cornejas, cuervos, tordos, petirrojos, mirlos, vencejos y golondrinas.

El embalse de Guadalest añade más belleza a esta entrañable localidad. ED

Después de pasar unas horas respirando paz en este emblemático lugar, bien merece un descanso en cualquiera de los restaurantes y bares que nos deleitan con una gastronomía de vanguardia y a la vez típica.

Arroces exquisitos, olleta de blat, mintxos y, por qué no, algún plato como el gazpacho con helado de parmesano o los langostinos envueltos en crujiente de brick harán les delicias de los paladares más exquisitos y, de postre, una tarta de queso con mermelada casera.