Lo dicen todos los indicadores y analistas: este verano se va a ver fortalecido el turismo propio, con españoles visitando enclaves de un maravilloso país que muchas veces se obvia ante la necesidad de navegar tan lejos como el cuerpo aguante. Con el turismo de interior se pueden redescubrir enclaves con un encanto sin igual, cargados de historia, de tradición, de cultura. Repletos de rincones de ensueño, de tiempo pausado, de gastronomía exquisita.

Uno de ellos es Gavarda. Situado en el corazón de la valenciana Ribera Alta, sus tierras son bañadas por el río Júcar. Tanto es así que, tras la riada de 1982, el pueblo tuvo que ser desplazado, aupado a las montañas, alejado de un Devastador (como era conocido en lengua árabe) que durante décadas causó pavor. Hoy ya no. En los últimos años el ejecutivo comandado por Vicente Mompó ha emprendido varios proyectos para volver la mirada al río, reconquistarlo, readueñarse de él.

Se han habilitado parajes y se han abierto vías fluviales que permiten disfrutar de las aguas del Júcar durante el verano. Dicho traslado (que tuvo lugar en los primeros años de la década de los noventa del ya siglo pasado) diseminó el término, que hoy cuenta con tres cascos urbanos. A escaso kilómetro y medio se sitúa el barrio de Villarriezo, antigua cabecera del puente de hierro que cruza el Júcar desde 1917. Un símbolo del municipio y de la Ribera. Una obra magnificente, imponente, bella. Este es el lugar de transición entre la Gavarda nueva, a mano derecha sobre la vertiente de la montaña, y la Gavarda Vieja, que se resiste a desaparecer.

Puente de Hierro. ED

Sus límites municipales son por el norte Alberic, al este Castelló de la Ribera y Alberic, en el oeste Antella y en el sur Càrcer, Alcàntera del Xúquer y Beneixida. El origen de este pueblo todo indica que fue una alquería musulmana. En 1250 Jaime I repartió entre seis hombres cuatro parcelas de tierra a cada uno y la dio a poblar a catorce cristianos, entre ellos Lope Jiménez que se quedó con la jurisdicción de Gavarda. Después de sufrir la gran inundación de 1982, el nuevo pueblo se erigió con grandes avenidas e impolutas viviendas, premiando los espacios públicos en los que se distinguen parques, plazas, zonas comunes peatonales o un polideportivo con instalaciones de fútbol sala, tenis, natación, patinaje, baloncesto, pilota valenciana o frontón.

Gavarda cuenta con un Patrimonio Histórico Artístico importante y son diversos los enclaves en su término municipal. Es el caso de la Iglesia parroquial del núcleo antiguo, el Pont del Rei, la batería napoleónica, el puente de hierro o el lavadero. La Iglesia parroquial del núcleo antiguo de Gavarda fue construida en 1870 y está dedicada a San Juan Baptista y San Antonio Abad. Es de una sola nave con capillas laterales. Destaca una torre rematada por una escultura del Coro de Jesús. Por su parte, el lavadero municipal se construyó en 1901 y utilizaba las aguas del río Júcar. Estuvo en uso hasta los años sesenta, contaba con tres lavaderos, uno para la ropa blanca, otro para la ropa de color y el tercero para la ropa de los enfermos.

La Batería Napoleónica es una auténtica joya arquitectónica e histórica. Suponen los restos de una fortificación del siglo XVIII, reutilizada durante la Guerra de la Independencia contra los franceses de principio del siglo diecinueve. Su planta es cuadrada, con torretas semicirculares en los lados, con contrafuertes de 0,95 metros de altura y 0,62 metros de anchura en la base y 30 centímetros en la parte superior. La anchura mediana de los muros es de 60 centímetros. Por su lado, el Pont del Rei se construyó a finales del siglo XVIII (1786) y es el fruto de un proyecto de nuevos cauces de comunicación desarrollado durante el reinado de Carlos III. Fue el primer intento de construir una carretera sobre el río Júcar. Se sitúa a la izquierda de la autovía València-Albacete, poco antes de atravesar el río Júcar. La emblemática estructura nació junto al denominado Nuevo Camino Real, abierto entre los años 1765 y 1778. Mucha historia.

Y también mucha cultura y celebraciones, arraigadas en el tiempo. Algunas de ellas son religiosas, como por ejemplo, las fiestas mayores, que se celebran en honor en Sant Vicent Ferrer y la Inmaculada Concepción. También, el 17 de enero y en honor a San Antonio Abad, (Sant Antoni del Porquet como se conoce en Gavarda) a la puerta de la iglesia se bendicen los animales domésticos que en procesión llevan sus amos. Las fiestas del Cor de Jesús, el Ball de Pinyata (ahora nombrado “Sol i Lluna”), la fiesta de los carros y otros similares configuran el mapa festivo de Gavarda y sus habitantes. Como en todas las fiestas, la parte gastronómica cobra gran importancia y las largas jornadas de celebraciones empiezan con un almuerzo popular de “coques de cansalà” en la Plaza del Ayuntamiento, para que después caballos y jinetes desfilen hacia el polideportivo para empezar a enganchar los troncos que se acabarán convirtiendo en una gran hoguera. A mediodía y también en la plaza, se lleva a cabo la comida de hermandad con las tradicionales paellas, mientras por la tarde, continuando con la tradición, se realiza “la plantà del Pi Major” y la colocación de los troncos. La gran estructura más tarde se quemará para poner el broche final a la fiesta.

“Sant Antoni de Gavarda va fer un miracle en Antella…”. De alguna forma u otra, todos y todas hemos visitado en Gavarda.

Lavadero de Gavarda. ED