Aunque no es santa de mi devoción, Céline Marie Claudette Dion (Charlemagne, Quebec, 1968), debo reconocer que su carrera triunfal es digna de admiración. Hija de padres católicos y una de un total de 14 hermanos, la niña Céline sintió la llamada de la música a la tierna edad de 12 años, que es cuando uno de sus 'frères bien aimés' le envió una cinta con sus coplas al apoderado René Angélil, quien acabó siendo su marido hasta su fallecimiento en el 2016 y uno de los principales artífices de su éxito. Como buena 'quebecoise', nuestra Céline empezó cantando en francés, aunque no tardó mucho en darse cuenta de que el inglés le iba a ser de mayor utilidad para su proyección universal (pero nunca ha dejado de grabar en francés discos que alterna con los que interpreta en inglés), que se inició en 1990 con el disco 'Unison'. De hecho, su quebequismo la llevó a representar a Suiza en el festival de Eurovisión de 1988, y lo ganó!

En cualquier caso, en su carrera hay un antes y un después del álbum 'Lets talk about love' (1997), que incluía la canción de la película 'Titanic', 'My heart will go on' (escrita por Will Jennings y compuesta por James Horner, prolífico autor de bandas sonoras). La canción fue un exitazo absoluto, aunque a algunos seres mezquinos nos pareciese más cursi que un repollo con lazos, y a partir de ahí nuestra heroína se convirtió en una de las grandes divas del momento. Su influencia en 'Operación Triunfo' fue pública y notoria: hubo una época del programa en la que todas las participantes cantaban como ella (o como la difunta Whitney Huston), alternando berridos y melismas de manera ejemplar, tratando de reproducir, con mayor o menor fortuna, su voz de mezzosoprano.

EL RIÑÓN FORRADO

Dion es actualmente la cantante canadiense que más discos ha vendido a lo largo de la historia. Y su álbum 'Deux' conocido por los anglos como 'The french' álbum es el disco en francés más vendido de todos los tiempos. Céline atesora asimismo cinco premios Grammy y ha triunfado 'partout', incluyendo Las Vegas, donde protagonizó una de esas residencias típicas de personajes como Elton John o Britney Spears, con las que te forras un riñón y parte del otro.

Aunque la muerte de su marido contribuyó a un cierto alejamiento de las giras y los discos, Céline no tardó demasiado en reincorporarse al circuito musical, hasta convertirse en lo que ahora es: un valor firmemente establecido en una liga que, aunque denigrada por los puristas del pop, es de una eficacia financiera innegable ahí está 'Courage', por ejemplo. Puede que a algunos se nos antoje una cursi de tomo y lomo con un repertorio irritante, pero lo mismo le sucedió en su momento al gran Liberace, quien, ante cada crítica negativa, reaccionaba con la contundente frase: Me afectó tanto que me pasé llorando todo el camino hacia el banco. Lo mismo podría decir nuestra querida Céline, cuyo gran año coincidió con el de James Cameron: en 1997 había que tener una voluntad de hierro para no ir a ver 'Titanic' o no escuchar, aunque aspirases a ello, 'My heart will go on'.