Tras nueve días de pasarela, la Semana de la Moda de París cerró este martes sus puertas a una edición dinámica y alegre, marcada por el reencuentro de la industria con el público. Una buena ocasión para sacar del armario las ideas más atrevidas, como demostraron este martes Louis Vuitton y Lacoste.

Frente a la decena de desfiles que protagonizan cada jornada en tiempos normales, este regreso a los podios después de un año y medio de presentaciones virtuales podría definirse como tranquilo, pues tan solo entre dos y cuatro marcas organizaban pasarelas cada día (no todas estaban aún preparadas para volver). Y sin embargo, se notó en el ambiente un deseo particular de ofrecer alegría, un cambio de aires, colecciones más auténticas y con mensajes potentes.

Lo demostró Louis Vuitton, que organizó su desfile en las galerías del Palacio del Louvre y que al ritmo de una música electrónica con melodías barrocas puso sobre el escenario una nueva versión de las crinolinas: un armazón geométrico en faldas, chaquetas y vestidos para dar una forma ahuecada, similar al antiguo guardainfante.

Fue como un baile de máscaras, con exageradas gafas de fantasía, chaquetas de terciopelo, vestidos de encajes, pantalones de satén y larguísimas capas, aunque en términos generales fue una línea un tanto oscura para tratarse de una colección primavera-verano 2022.

El diseñador de la firma, Nicolas Ghesquière, es conocido por sus siluetas triangulares, con hombros marcados y pantalones tipo cigarrillo o sus minifaldas rígidas con corte sesentero. Esta vez, el francés invirtió la silueta, poniendo las caderas en el centro del estilismo, para un mayor dramatismo. En los zapatos, recurrió a las plataformas, aunque se trató de una bota abierta en la puntera, forrada en satén con estampados de lunares o en negro.

Vuitton transformó una de las galerías en la sala de los espejos de Versalles, llenando con ellos las paredes y colgando del techo lámparas de cristal.

Entre los invitados hubo más de una decena de celebridades, como las actrices Ana de Armas, Isabelle Huppert, Jennifer Connelly o Chiara Mastroiani, entre otras, lo que explicó que miles de fans bloquearan las entradas del recinto para tratar de conseguir una foto de sus estrellas preferidas, influencers o prácticamente cualquiera que estuviera al alcance de un buen selfie. "¡Nunca he visto a tanta gente! ¿A quién estáis esperando?", preguntaba un invitado al público que se amontonaba. Una de esas cientos de personas le respondió eufórica mientras sostenía el teléfono en alto: "¡No lo sé!". Lo importante era estar allí.

Chándal y chanclas

Pero nueve días desfiles pueden resultar agotadores, por lo que muchos aprovecharon la invitación de Lacoste para acudir con sus mejores galas... en chándal. Es importante saber qué vestimenta requiere cada ocasión, y afortunadamente la marca creada por el tenista René Lacoste en los años 1930 es apta para deportivas y sudadera. Su actual diseñadora, la británica Louise Trotter, transformó la plaza del Palais de Tokyo en una pista de tenis donde presentó una colección más atrevida que en sus primeras líneas.

El uniforme deportivo se repitió, con polos y minifaldas de tenista como no podía ser de otra manera, pero con numerosos códigos urbanos, como pantalones cargo en un tejido traslúcido y un tanto plasticoso, impermeables extragrandes o camisetas y bermudas de baloncesto. Trotter jugó con las siluetas y las capas y superpuso las camisetas a los polos, alargó las faldas tableadas y añadió detalles divertidos, como riñoneras con cuerdas de colores y chanclas de playa con calcetines, un zapato que lo mismo vale para un confinamiento que para lucirse en la pasarela de París.