La muerte súbita es una de las principales causas de muerte en los países occidentales y es una forma de muerte natural que se produce de forma inesperada y repentina con un corto (o ningún) intervalo entre el inicio de los síntomas y el fallecimiento de la persona, generalmente menos de una hora.

Según explica la Fundación Española del Corazón (FEC) entre sus síntomas destacarían que una presentación de manera brusca de una pérdida completa del conocimiento, de forma que estas personas no responden a ningún tipo de estímulo. "Pueden tener los ojos abiertos o cerrados, y en seguida, dejan de respirar. Sin atención, el color de la piel pierde rápidamente el tono rosado habitual y se torna azul violáceo", apostilla.

Cuando somos jóvenes apunta igualmente a pérdidas de conocimiento, no lipotimias, sino una pérdida brusca y practicando ejercicio, al igual que las palpitaciones de repente sin causa justificada y que produzcan una sensación de mareo o hagan perder el conocimiento, o que duela el percho en la zona centro.

La edad más frecuente para morirse de manera repentina señala que es la mediana edad, en torno a los 55, especialmente frecuente en el caso de los hombres, y por enfermedad coronaria, sobre todo fumadores, con colesterol elevado, pueden que obsesos, o que no hacen ejercicio.

¿Cuáles son sus causas?

La muerte súbita se puede producir por diferentes causas, aunque la más frecuente con diferencia es la muerte súbita de origen cardiaco, que puede superar el 80% de todas las muertes súbitas, según indica el doctor Antonio Berruezo, director del Departamento de Arritmias y director de Investigación e Innovación del Instituto del Corazón Teknon (Barcelona).

Es más, este experto de Quirónsalud subraya que hasta un 50% de todas las muertes de origen cardiaco pueden ser súbitas: "La causa más frecuente de muerte súbita de origen cardiaco es la cardiopatía isquémica, es decir la enfermedad de las arterias coronarias. Cuando las arterias coronarias tienen obstrucciones que conducen a una disminución de riego sanguíneo en el músculo cardiaco, o bien cuando ya se ha producido una oclusión total que ha producido un infarto, los pacientes tienen un riesgo aumentado de padecer una muerte súbita cardiaca".

Según prosigue, el desencadenante último de la muerte cardiaca es una arritmia, generalmente una fibrilación ventricular, que hace que el corazón no tenga actividad mecánica efectiva, y por lo tanto no pueda bombear sangre para oxigenar los tejidos.

Actuar en los primeros minutos de muerte súbita

En este sentido, el doctor Berruezo destaca que es fundamental que a los pacientes que presentan una pérdida de conocimiento y no tienen pulso, se les pueda hacer una Reanimación Cardiovascular (RCP) lo antes posible.

"La supervivencia del paciente depende sobre todo de que se le pueda hacer esta RCP en los primeros minutos, ya que las posibilidades de supervivencia disminuyen de forma exponencial si se retrasa", resalta.

Con la RCP básica se puede mantener con vida al paciente hasta que reciba atención médica más avanzada con, por ejemplo, un desfibrilador, que permitirá aplicar una descarga eléctrica y eliminar la fibrilación ventricular. "Con ello el paciente puede volver a recuperar la actividad mecánica de bombeo de sangre del corazón", agrega el cardiólogo.

Eso sí, contrariamente a lo que se piense, este especialista del Instituto del Corazón Teknon afirma que la muerte súbita cardiaca no es frecuente en los deportistas, pero sí que es "un suceso dramático" porque se pierden muchos años de vida de personas sanas y jóvenes en muchos casos.

"Aunque la incidencia de muerte súbita durante la práctica deportiva es muy baja tiene una gran repercusión en los medios de comunicación y un gran impacto social. Es por ello por lo que se piensa que es frecuente, aunque realmente su incidencia es muy baja, de alrededor de 1 de cada 250.000 personas/año", aclara.

De hecho, Berruezo llama la atención sobre el hecho de que el deporte y la actividad física ayudan a controlar los factores de riesgo para padecer enfermedad coronaria, que es la principal causa de muerte súbita. "Sí que es recomendable hacer un chequeo cardiovascular antes de comenzar a realizarla, especialmente en personas de edad media que no realizan actividad física de forma regular. Las muertes súbitas en deportistas menores de 35 años se deben principalmente a enfermedades hereditarias, con origen genético, como la miocardiopatía hipertrófica y la displasia arritmogénica", añade.

¿Se puede prevenir?

Sobre si se puede prevenir, este cardiólogo reconoce que es difícil hacerlo, aunque hay algunas estrategias que han demostrado ser útiles, dependiendo del grupo de personas a la que se aplique.

Por ejemplo, dice que la incidencia de muerte súbita es mayor en personas que han tenido un infarto de miocardio que les ha dejado una gran cicatriz: "En estos subgrupos de pacientes la probabilidad de que la tengan es tan elevada que la forma de prevenirla es implantarles un desfibrilador automático, que cuando identifique que el paciente tiene una arritmia maligna, dará una descarga y recuperará el ritmo normal del corazón. Es decir, abortaría la muerte súbita".

Sin embargo, señala que cuando la incidencia de muerte súbita es baja, como lo es por ejemplo en la población general o con enfermedad coronaria leve, la estrategia no puede pasar por implantar a todos ellos un desfibrilador porque no se podría soportar el coste y porque el rendimiento terapéutico sería bajísimo.

Por tanto, según concluye el cardiólogo de Quirónsalud, en estos grupos de población las estrategias encaminadas a promover una vida saludable, controlar los factores de riesgo cardiovascular, el hacer screening de enfermedades que contraindiquen la actividad deportiva competitiva, así como hacer ejercicio físico regular, son "menos costosas y más eficientes".

Dado que, por desgracia continuará habiendo casos de muerte súbita, el doctor Antonio Berruezo insiste en que también hay medidas que se pueden tomar por parte de los proveedores de salud y organismos que gestionan los espacios públicos para facilitar la realización de una RCP temprana (educación y formación de personal), un acceso fácil a desfibriladores automáticos en espacios públicos, además de una atención hospitalaria rápida que permita realizar intervenciones encaminadas a desobstruir las arterias coronarias en caso de los infartos de miocardio, o a proporcionar medidas de soporte vital avanzado.