Un suspenso, que todos lamentamos. Hace pocos días se conoció el informe del Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes, del que se desprende que los estudiantes españoles no son precisamente un modelo a alabar e imitar. Los resultados son bastante mediocres. Y uno de sus puntos débiles es la lectura. No leen, no les gusta leer.

Y de aquí, de la no lectura, pasamos a otro tema que es no leer bien. Cuando asistimos a una boda, o a cualquier celebración eucarística, siempre hay voluntarios para proclamar las lecturas de la liturgia del día. Y en demasiadas ocasiones se evidencia que tan buena voluntad no se corresponde con un resultado calamitoso. O sea, que hay mucha gente joven que no sabe leer, medianamente bien, en público. También los hay de mayores, claro.

Quizá los institutos deberán ir pensando en enseñar a leer para ser escuchados, enfatizar, declamar, hablar para que otros sepan lo que se lee y evitar el susurro que ahora todos lamentamos.