De hoy para mañana, por lo que se ve, a los árboles que adornan nuestras calles les ha entrado la cloca, dicho sea en forma castiza, o sea, una extraña enfermedad que de inmediato y a toda prisa termina con el arbolado de la avenida Pío XII. En su lugar, y según mandan los cánones políticos del momento, se plantarán palmeras, con lo cual cambiará nuestro paisaje y parecerá una avenida del Nilo.

No se sabe qué extraña preferencia tienen nuestros políticos por las palmeras, que son muy estéticas, exigen poco mantenimiento, pero no dan a la ciudadanía ni la sombra, ni la frescura de su cercanía, ni la compañía que hacen los árboles que proyectan su sombra en su entorno y no como la palmera, que lo hace en el segundo piso o 50 metros más allá de su base.

Pero puestos a corregir, se sugiere que se complete el arbolado en aquellas calles que solo lo tienen en una de sus dos aceras y ello desde hace muchos años. Como ejemplo, podemos citar las calles de la Soledad y de la Ermita.