Hablamos días atrás de la fiesta de San Juan y de esa costumbre histórica de relacionar el fuego, en forma de hoguera, con la festividad del santo precursor. Pero, la costumbre local, avalada por muchísimos años, obligaba a que, llegada la festividad de algún santo destacado o advocación mariana, aquellos que llevaban el nombre del mismo tenían que, en la víspera de su fiesta, hacer una hoguera, más pequeña o más grande, en mitad de la calle y frente a su casa.

Se comenzaba con San Juan, le seguía San Pedro, después la Virgen del Carmen, San Jaime --con el tradicional concierto en lo alto del campanario incluido--, la fiesta de Nuestra Señora de la Asunción --Mare de Déu d´Agost-- y, finalmente, se remataba la temporada con las jornadas de San Roque y San Joaquín.

La fiesta tenía el arropamiento y la colaboración de la vecindad; y la puesta en común hacía que, al tiempo que se consumía la leña en la hoguera, se comían excelentes coques, saladas o dulces, y la popular aigua-limón.