Sentir es un ejercicio de plena libertad individual. Llorar, reír, enfurecerse, experimentar ternura o miedo, alegría... son emociones íntimas que pueden o no compartirse, pero siempre definen al ser humano, modelan su personalidad y el arte es una herramienta excepcional a la hora de explotar esta expresión de libertad sensorial.

A ese principio apelaron ayer un grupo de jóvenes de l’Alcora, que quisieron compartir con el público de Vila-real su particular visión «de la evolución de la vida a través de los sentimientos». Y fue particular porque se alejaron de los convencionalismos y el pragmatismo de lo que solo puede ser de un modo: «El establecido». En su caso, demostraron que a la hora de sentir no hay nada escrito, y si lo hay, es interpretable, porque depende de la visión de cada cual.

El título del espectáculo que presentaron en el Salón de actos de la Caixa Rural, Veu la música, sent el color, lo dice todo sobre su singular contenido.

Los instrumentos que utilizaron para comunicarse con el público eran comunes: oboe, piano, flauta, clarinete, pinceles... Fue su conjunción lo que transgredió lo esperado.

Ana Beltrán convirtió el lienzo en partitura, musicalizando los colores que hacían sonar sus compañeras Núria Albella (clarinete) y Raquel Monforte (piano), y de manera excepcional Alberto Martí a la flauta, en sustitución de la integrante del grupo Anna Albert (oboe).

En manos de los asistentes, un libreto les ayudó a conducirse a través de una línea vital en la que se intentó transmitir la paz de un bebé arrullado por su madre, la jovialidad de unos niños jugando o la cascada de emociones de una comida familiar un domingo cualquiera.

Este espectáculo les ha llevado desde l’Alcora, pasando por València, hasta Rumanía, pero nunca se ha vivido igual.