Vila-real rindió ayer honores a su patrona, la Mare de Déu de Gràcia. Y, al igual que como ocurriera el viernes con una peculiar baixà de la imagen desde su ermita del Termet a la iglesia arciprestal, la de ayer fue una jornada festiva de mínimos, pues únicamente se programó la tradicional misa, oficiada por el párroco Javier Aparici, acompañado por varios de los sacerdotes que regentan el resto de parroquias de la ciudad.

La moreneta vila-realense presidió el oficio religioso vespertino, al que solo pudieron asistir un máximo de 400 personas, a causa de las restricciones marcadas por las autoridades sanitarias a causa de la pandemia del covid-19. Una pandemia que también obligó al Ayuntamiento y a la Junta de Festes a tomar la determinación de suspender los festejos patronales de septiembre, de manera que solo se celebran los actos puramente de carácter religioso.

La Mare de Déu de Gràcia lució un manto recientemente restaurado, acorde con el duelo por las numerosas víctimas de la pandemia del coronavirus, al que se sumó un crespón negro.

Tampoco se celebró la posterior y habitualmente multitudinaria procesión, que se limitó a un recorrido claustral por el interior de la iglesia arciprestal. Esta vez, la imagen desfiló con la peana pequeña, a hombros de ocho portadores, por cuanto la de mayor tamaño --que requiere de 23 personas-- se decidió no utilizarla para poder cumplir con los requerimientos de distancia social.

Tras la misa, se disparó una mascletà por parte de Pirotecnia Martí. «Es una manera de apoyar a un sector que también lo está pasando mal», indicó el concejal de Fiestas, Diego Vila.

Hoy, la reina del 2019-2020, Carmen Rubert, y sus damas participarán en una limitada ofrenda a la Mare de Déu de Gràcia.