El reciente traslado del mercado de antigüedades desde el espacio en el que se encuentra el monumento de la plaza del Llaurador al espacio generado frente al Estadio de la Cerámica, tras el derribo del antiguo pabellón Campió Llorens ha marcado un antes y un después en esta cita dominical.

Y es que, con el paso del tiempo, este mercadillo ha logrado consolidarse y, según apuntaron a Mediterráneo fuentes municipales, ya genera un flujo medio de visitantes de unos 700 cada domingo.

Las opiniones del medio millar de vendedores que montan sus puestos es variopinto, aunque ganan los que muestran cierta satisfacción por el cambio, «porque las paradas son más visibles, al no haber árboles ni monumentos que tapan la vista», explican.

Además, las modificaciones obligadas por la pandemia del covid-19 en el funcionamiento de esta cita, en la que pueden adquirirse todo tipo de objetos, tanto antigüedades como muebles u otros materiales de los que sus propietarios quieren deshacerse, también han dado un giro importante a este mercado que, de alguna manera, mejoran su imagen.

De esta forma, además del vallado del recinto y la obligación de entrar por un único acceso y utilizar mascarilla y gel desinfectante, los vendedores están obligados a exponer todo su material en las mesas, separadas dos metros.