El título de campeón de la Europa League me deja muchas reflexiones. El Villarreal derrotó en Gdansk al Manchester United, uno de los clubs más grandes del mundo, y esa victoria ha tenido una resonancia enorme. Vivir en directo una experiencia como la de Polonia te deja, después de 21 años siguiendo al Villarreal por el mundo y tras haber hecho contactos con gentes de tantos países, la importancia y el respeto que el fútbol le tiene al club. No me sorprende porque era algo que tenía muy claro. Pero la sensación que más me ha emocionado ha sido palpar el sentimiento y el cariño que la afición grogueta por las calles de Gdansk manifestaba por su equipo. Su comportamiento educado, correcto, pero también muy efusivo y de apoyo total y absoluto al Villarreal.

Recuerdo como un periodista inglés me daba la enhorabuena al término del encuentro. Le comprendí perfectamente, a pesar de mi inglés de andar por casa, y entendí que me felicitaba, no tan solo por el titulo, sino por la afición amarilla, que le había sorprendido gratamente. No paraba de apuntar hacia ella, cuando aún seguía cantando y celebrando en la grada, y él levantaba el pulgar como muestra de admiración. Seguramente era del United. Le contesté, casi con la voz entrecortada por la emoción, que yo había sentido exactamente lo mismo en la previa del partido, por las calles del Gdansk y durante el encuentro. Eran dos mil y parecían 20.000. Realmente fue muy emocionante. Luego, a pesar del cansancio del viaje, me pasé una buena parte de la mañana del jueves después de haber llegado a casa pasadas las diez, contestado los más de 150 mensajes que me llegaron a mi teléfono móvil, desde diferentes puntos de la provincia, hasta Argentina, Italia, pasando por Perú, Chile, Ecuador, Francia, Inglaterra y uno de un buen amigo japonés que domina el castellano y ama España como su segundo país.

No pude estar por la calles de Vila-real, ni en el estadio, ni tampoco tocar la Copa, y confío en que Fernando Roig Negueroles me lo permita otro día, porque el trabajo en esta profesión a veces te impide estar dónde te gustaría, pero sé que fue la auténtica locura. 

El bote de alegría cuando Rulli paró el penalti, el abrazo con el bueno de Javier Serralvo, el sufrimiento inaguantable de la tanda de lanzamientos, la euforia de la grada loca con su Villarreal... no los olvidaré nunca. Me vinieron muchas cosas a la cabeza en esos momentos, pero sobre todo me emocioné por mucha gente a la que quiero y no pudo disfrutar ese titulo en vida, seguro que allá arriba sí lo estará celebrando, como mi madre o mi hermano, gente que nos dejó, y por tantos y tantos amigos que en Gdanks vivieron un sueño. Les prometo que mi gran satisfacción era por todos ellos. No quiero nombrar a nadie porque sería injusto, aunque no puerdo olvidar, por las vivencias que nos unen, a Javi Mata, Toni Alegre, Xavi Rubert o Hernán Sanz porque juntos pasamos descensos, eliminaciones crueles y también alegrías como las de Polonia. Y tantas y tantas cosas... Si, claro, por supuesto, Fernando Roig, José Manuel Llaneza y Negueroles, porque lo merecen. Son las estrellas. Este éxito es suyo. Por todos ellos, mi alegría es doble. Me siento feliz por ver ese rictus de felicidad en su cara. Esa sensación es infinitamente superior a todo.

El Villarreal ha roto su techo de cristal como me decía Juan Antón. Lo más importantes es su crecimiento social, que se palpa a través de las emociones y sentimientos. Y la música de la Championes volverá a Vila-real. El sábado me lo decía un restaurador de Castelló, Javi, del Asador de Ángel:«Es muy bueno para la hostelería». Y para la provincia y para el fútbol español, también para los nostálgicos que sienten que un equipo humilde de una ciudad de 50.000 habitantes (y si quieren llamarle pueblo no pasa nada, porque en Vila-real están orgullosos de serlo) ha tocado el cielo con la mano. Es la versión futbolística del sueño americano, en el que todo ciudadano de Estados Unidos, sea cual fuera su condición social, puede llegar a ser presidente del país. Sí, cualquiera como el Villarreal, de un rincón olvidado por todos como la provincia de Castellón, se gana, con su esfuerzo y buena gesión, convertirse en campeón de Europa y derrotar al Manchester United, aunque en el palco de Gdansk solo estuviera presente, en representación del estado un cónsul español en Polonia, ni tan siquera el embajador. Sí, el alcalde de Vila-real, el presidente de la Diputación y el conseller Vicente Marzá lo vivieron en directo. A cada uno lo suyo. Es justo nombrar a los que estuvieron. Los que no quisieron estar, ello se lo perdieron. Vila-real es Comunitat Valenciana y España, aunque no lo parezca... a algunos. La aldea gala sigue dando guerra. Y seguirá haciéndolo. El Villarreal se ha convertido en el equipo del pueblo. Endavant!