Vila-real enloqueció con el primer título oficial del Villarreal CF. Las calles se llenaron a partir del penalti parado por Gero Rulli, a eso de las 23.40 horas de la madrugada del jueves pasado, y fueron un mar de celebraciones durante más de una hora, hasta que el toque de queda aplazó la gran juerga hasta el día siguiente. 

Pero el espíritu de Gdansk todavía anda presente por las calles. La gente sigue con su resaca postítulo y el amor al Villarreal alcanza cotas jamás vistas. María Gracia, de la basílica de Sant Pasqual, explica a Mediterráneo que la gente continúa comprando cordonets del santo de la ciudad: «Vendimos más de 3.000 unidades antes de la final y la gente sigue viniendo a pedirnos más para familiares. hijos, colegios... Tuvimos que coser más remesas y no damos abasto». 

Tradición en la ciudad

El origen de este hábito se remonta a mediados del siglo XX y, a pesar de su vinculación religiosa, prácticamente toda los vecinos de Vila-real y muchos otros de la provincia de Castellón e, incluso, de otros puntos de España, llevan en la muñeca o el tobillo estas trenzas de hilo o de lana que puede ser de diferentes colores. 

Pero según relata sor María, la unión entre Sant Pasqual y el Submarino también dejó sin stock los cirios tradicionales, con los que la afición se encomendó a su patrón para recibir esa ayuda divina en los penaltis. «Terminamos todas las cajas de cirios en unas horas. Y eran 10 o 12 cajas que llevan 48 cirios en cada uno, lo que supone más de 500 cirios vendidos», dice. 

No obstante, la fiebre amarilla no solo ha agotado los complementos de carácter religioso. Fue casi imposible encontrar a un groguet que no recibiera a sus héroes con la camiseta oficial del Submarino. De hecho, desde la Tienda Oficial del Villarreal reconocen que «se han agotado prácticamente todas las tallas de la primera y segunda equipación, así como las bufandas de la final y las banderas con el escudo del Villarreal, que fueron arrasadas horas antes de la final de Gdansk».

Fiesta en los bares

Asimismo, en los bares de Vila-real también se vivió como una «maravillosa excepción a la realidad» los días tras el título de la Europa League. Según Richard, gerente del restaurante Los Maños, «desde una semana antes al partido estaban todas las reservas llenas y fue un día muy bonito porque los bares lo hemos pasado muy mal económicamente durante la pandemia y hacía falta una caja así». Respecto al comportamiento de los aficionados, el gerente señala que «la gente respondió mejor de lo que estábamos pensando y guardaron la distancia de seguridad entre las mesas». 

Por su parte, César Ramón, del bar La taberna de Milagros, destaca que «nunca se había visto algo así. Desde el día del pase a la final, todas las reservas estaban completas y fueron dos días de muchas emociones, casi acabamos con toda nuestra reserva de cerveza, que eran más de 300 litros».