La opinión de José Luis Lizarraga | 25 años inolvidables
Han pasado 25 años desde que Fernando Roig asumió el control del Villarreal CF, obrando el milagro de convertirlo en uno de los grandes del fútbol español y europeo

Fernando Roig, durante la entrevista concedida al Periódico Mediterráneo el pasado viernes. / GABRIEL UTIEL
Han pasado 25 años. Casi no me lo puedo creer. En mayo del 97 yo era apenas un becario que confeccionaba un suplemento de deporte base y ayudaba a Javier Navarro a recopilar las entrevistas del estadio Castalia, campo del Madrigal y si se terciaba redactaba crónicas de juveniles o Regional Preferente. Incluso hacía algunos pinitos con mi recién sacado título de entrenador de fútbol, después de haber concluido mis estudios en la Universidad. Mi admirado Vicente Miralles Troncho organizaba, como buen manegueta que era, unas tertulias maravillosas en el restaurante El Asador del Grao de Castelló. Allí conocí a Llaneza y a Pascual Font de Mora, aunque ellos seguro que ni me prestaban atención y a lo mejor les sonaba de vista. Como mucho.
Para mí el jueves era un día inolvidable de la semana. Escuchaba mil anécdotas y hasta me creía en posesión de exclusivas. Infeliz de mí. Y se consumó la venta de un Villarreal para el que estar en Segunda División era cómo tocar el cielo con la mano. Unos meses después entré a formar parte de la redacción de Mediterráneo. Por ello he vivido en primera persona toda la evolución del Villarreal CF. Cuando ascendió a Primera División en aquel partido de Santiago, sinceramente creí que aquello era un milagro. ¡El Villarreal en Primera! Buff es increíble.
Dos años después, me encargaron el trabajo de seguir al Villarreal por todos los campos de Dios. Y en su seno me acogieron Javi Mata y Toni Alegre como guías espirituales de aquel periodista que empezaba a dar sus primeros pasos. Desde entonces, he visto en directo diría yo que el 90% de los partidos del Villarreal y el otro 10% por televisión.
Les digo que los milagros no existen. Me lo recordaba Fernando Roig el viernes en una larga entrevista con motivo de los 25 años como presidente del Villarreal. Ha invertido 250 millones de euros para crear una base de su patrimonio, pero sobre todo le ha puesto el alma en la empresa y ha arrastrado en esa fiebre grogueta a su familia, primero a su hijo Fernando, tan o más entusiasta que su padre aunque aunque sea persona de menor expresividad, a su hija Elena, ella más pasional a la hora de manifestarlos, y a un equipo de colaboradores que siente como suyo el Villarreal. Y, por supuesto, a millones de personas en el mundo que sienten cariño por este club especial.
He visto el Madrigal, también donde entrenaban los Roberto, Palop, Adriano, Planelles… Y ahora el Villarreal tiene ya un estadio maravilloso (y lo que tendrá), dos ciudades deportivos y ha ganado un título europeo. Es el 17 en la clasificación histórica de la liga de la que ha llegado a ser subcampeón, con 22 temporadas, que serán 23 en la élite. Es un clásico de Europa y ha ganado a todos los grandes clubs del continente, porque incluyo a Barcelona y Madrid.
Me considero bastante frío cuando del fútbol se trata porque es un deporte en el que se pierde y se gana. Sin embargo, lloré cuando bajo a Segunda, lloré cuando ganó la Europa League, lloré cuando vi a 10.000 amarillos en Barcelona y se me saltaron las lágrimas cuando concluyó el partido en Vila-real ante el Liverpool.
El viernes pasado, sentí admiración máxima cuando Fernando Roig me miró a los ojos y me dijo: “No vendería al Villarreal ni por todo el oro del mundo. Uno no vende a su hijo”. Luego entró Llaneza, por sorpresa, y el abrazo entre presidente y vicepresidente, era como un resumen de 25 años del Villarreal. Y acabo. El futuro está garantizado, con los vaivenes lógicos de las competiciones deportivas, pero con unas bases sólidas y un crecimiento social imparable. El Villarreal despierta admiración. Gracias, señor Roig. 25 años maravillosos.
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