Rulli marcó y Rulli paró el penalti decisivo. Un guión de película de suspense máximo. Un guión de un campeón colosal. Rulli le dio la vuelta al tantas veces nombrado penalti de Riquelme que a partir de ahora será el de otro argentino pero llamado Rulli. En el penalti número 11 se decidió el título de campeón de un Villarreal que la próxima temporada jugará la Champions.

David se comió a Goliat. El Villarreal se cargó a otro equipo inglés y concluye el torneo imbatido. Emery gana su cuarta Europa League. ¿Quién iba a decir que Rulli iba a marcar el gol decisivo? Un gol que haría campeón al Villarreal en el penalti número 11 de una tanda eterna, pero que ha metido al Submarino en el olimpo de los elegidos Vila-real es campeona de Europa. La aldea gala tumbó al imperio romano.

El Villarreal se lo creyó desde el minuto 1. Ni el nombre, ni la historia, ni las grandes diferencias de presupuesto asustaron lo más mínimo al equipo de pueblo que con orgullo defendía su candidatura a poner su nombre en la historia de la Europa League. El discurso recitado una y mil veces por el presidente, jugadores y entrenador era que iban a salir a ganar. Llegar a una final es bonito, pero ganarla es la leche que diría un castizo.

De tú a tú fue el trato del David al Goliath. Emery no engañó a nadie y su planteamiento fue tan ambicioso como rocoso y molesto para los ingleses. Nunca se sintieron cómodos los reds. Ni cuando tuvieron el balón y menos cuando lo tenía su crecido rival, tan osado para plantarse delante de De Gea, como aguerrido para proteger el área de Rulli. 

El once fue el mismo que estuvo a punto de ganar al Real Madrid, solo con la novedad de Foyth, reaparecido después de un mes lesionado para cubrir el lateral derecho. El United tuvo su chance, pero parecía un gigante maniatado, sorprendido ante el corazón y el espíritu combativo de un Submarino que saltó al Gdansk Arena con el lema de los mosqueteros grabado a fuego en su corazón: todos para uno y uno para todos. 

El Villarreal se movía como un acordeón dentro del campo. Despliegue en ataque sin ataduras y repliegue en defensa con Bacca, Yeremi, Gerard taponando cualquier vía que pudiera ser ostensible de que por ella pudiera entrar un jugador inglés.

El Villarreal llegó al estadio con ropa de trabajo, ataviados con sus chándals y con cara de concentración máxima. El United bajó del autobús con sus futbolistas impecablemente vestidos, como preparados para asistir a la boda de su mejor amigo y con otro gesto más distendido en su rostro.

En el campo, los groguets salieron con una intensidad máxima y no dejando maniobrar a un equipo plagado de futbolistas de primerísimo nivel. Y a la media hora, una falta lejana que es botada por Dani Parejo, cae a la espalda de la zaga del United y allí aparece Gerard y sin dejar botar el balón lo toca lo justo para que superara a De Gea. La grada grogueta, que también superó en notoriedad y bullicio a la afición del Manchester, estalló de locura.

Con el 1-0, los diablos rojos perdieron un tanto el sitio y hasta la compostura. El Villarreal no se echaba atrás, ni mucho menos. 

La salida de vestuarios del equipo de Emery fue fulgurante. El 2-0 rondó por la portería de De Gea, con una serie rebotes y barullos en el área pequeña que tuvieron a los reds al borde del KO. El partido seguía vivo. El Villarreal dio un pequeño paso atrás, mientras que los ingleses echaron mano de su fuerza y experiencia. Pero también de fortuna, porque tras una serie de rechaces y rebotes por ambos bandos, Cavani se encontró con un balón franco que acabó rematando a la red. El VAR lo chequeó durante más de un minuto, con muchas dudas, pero el árbitro francés dio el gol como válido. Durante diez minutos, el Manchester ejerció de Goliat, pero David supo sufrir, apretar los dientes hasta rehacerse de nuevo y volver a tomar aire y recuperar el sitio, después de un par de sustos, porque parar a Cavani siempre es una empresa difícil.

Emery metió pulmón a un Villarreal que empezaba a pagar el esfuerzo. El reajuste al 4-4-2 llegó con la entrada pautada de Coquelin, Alcácer y Moi. Y el partido recuperó el equilibrio de fuerzas. Tablas en el marcador y en el campo... y todo quedaba para la prórroga. Emery apuró los cinco cambios, Solskjaer no movió el banquillo.

Emery reunió a sus jugadores alrededor de una piña humana. Otra vez la conjura amarilla que enferorizó a una afición impresionante. «Sí, se puede» era el grito de guerra de la grada que emanaba al campo. El Villarreal volvió a derrochar corazón, pero también inteligencia. David minaba la moral de Goliath. El Submarino mandó con balón y estaba más cerca de ganar que de perder. Era un combate largo, que necesitaba dosis iguales de coraje y frialdad. El United empezaba a sentir miedo, porque el Villarreal buscó no llegar a los penaltis y acabó encerrando al equipo inglés, que resistió. Los penaltis, esta vez, le fueron de cara al Villarreal. En el lanzamiento numero 11... legó la gloria. Un Villarreal de Champions.