La construcción de obra nueva residencial en España se constituyó como uno de los sectores claves dentro del inmobiliario para superar la crisis sanitaria. Sin embargo, hablamos de una actividad que ya parte de un desequilibrio entre oferta y demanda. Atrás han quedado las cifras insostenibles del boom, cuando en 2006 se concedieron 865.561 visados de obra nueva. Pero si antes se pecaba en exceso, actualmente se hace en defecto. Los actuales niveles de producción no son suficientes para aliviar la gran presión de los compradores interesados, provocando un déficit de vivienda. “En la actualidad, la producción de vivienda se cifra entre 80.000 y 90.000 unidades, mientras que la demanda, según estimaciones, asciende hasta las 140.000 viviendas anuales”, explica Ferran Font, director de Estudios y portavoz de pisos.com.

Según el Colegio de Arquitectos de España (CSCAE), en 2021 se visaron un total de 107.518 nuevas viviendas. Aunque se han superado los concedidos en 2020 (87.689) y los de 2019 (106.040), todavía queda recorrido para responder a la creación de nuevos hogares. El ritmo de estas licencias en 2022 resulta esperanzador, ya que el mismo organismo revela que el número de viviendas visadas para obra nueva se ha incrementado un 23,3% en el primer trimestre del año, hasta las 27.227 unidades.

Coyuntura mundial

Más allá de factores como la exigencia de altos niveles de preventa para que las promotoras puedan obtener financiación por parte de la banca, existen otra serie de obstáculos coyunturales, muy ligados al momento presente, que provocan que la edificación residencial vaya más lenta de lo deseable. Las interrupciones en la cadena de suministros necesarios para los desarrollos comenzaron con la gestión de la pandemia en China, donde los confinamientos todavía son férreos a día de hoy, algo que afecta a las relaciones comerciales. En España, también sufrimos los paros en el transporte, algo que retrasa la recepción de materiales y paraliza las obras. Por último, la guerra en Ucrania es el otro inconveniente al que tiene que hacer frente la construcción, dado que el coste de la energía es más abultado.

Todas estas variables influyen de manera negativa en la ejecución de las obras. El alargamiento de los plazos tiene otra consecuencia lógica: el incremento de los precios, y no solo en vivienda de nueva planta, sino de todo el sector de la construcción en su conjunto. Scope Ratings indica que esta coyuntura antes descrita ha reducido los márgenes de beneficio medios de las actividades de construcción de los mayores contratistas europeos a solo un 4% en los últimos años. Asimismo, la Confederación Nacional de la Construcción presentó un informe a principios de 2022 señalando que al menos 500 licitaciones públicas en España por una cuantía de más de 230 millones han quedado desiertas desde noviembre ante la inviabilidad de las compañías de asumir los costes. 

En lo que respecta a la vivienda nueva, los expertos coinciden en señalar que, por el momento, los promotores están absorbiendo estos incrementos, pero de prolongarse esta situación, se comenzará a repercutir las subidas en el cliente final. De hecho, la escasez y carestía de las materias primas ha disparado el coste total de las obras residenciales en un 50%. Aunque ya se han detectado subidas en algunas promociones, el repunte todavía no es preocupante, pues está muy lejos de los máximos. No obstante, de no controlarse la inflación, los compradores tendrán que hacer un esfuerzo económico extra para adquirir la casa en la que desean vivir.