Marc Soler hace un mes sufría en la soledad, con un calor inhumano y con las tripas tan revueltas que iba el último del Tour, camino de Foix, y con el coche escoba pisándole los talones. En el equipo le decían que lo dejase, que no valía la pena pero él se resistía porque el UEA, su escuadra, estaba patas arriba por culpa del covid y con Tadej Pogacar metido en plena iniciativa para una reconquista imposible del jersey amarillo.

Se fue a casa sin querer con todo el dolor en el cuerpo y en el alma. Este miércoles recordaba ese episodio para recalcar que la victoria en Bilbao era el fruto "a todo el trabajo que hay detrás". "El año pasado dejé Movistar, el equipo que me dio la oportunidad de ser corredor pero busqué un cambio cuando Matxin (director del UEA) me llamó y me propuso que fichase por ellos para ayudar a Pogacar. Por eso, después de abandonar el Tour, quería demostrar el nivel que tengo, una razón por la que me hace tanta ilusión esta victoria", recalcó el corredor de Vilanova i la Geltrú.

En el UEA se integró de forma rápida, tanto que a las primeras de cambio pidió a los jefes que en vez de llevarlo a carreras como líder le reservaran un puesto al lado de Pogacar, para conocerlo tanto como ciclista y persona. Hasta llegaron a compartir habitación. Y se ganó la confianza de ser uno de los ciclistas que estarían al lado del corredor esloveno en su intento fallido de ganar el Tour por tercera vez consecutiva. "Lo cierto -aseguró con alegría- es que iba muy bien para lograr esta victoria y muy feliz también porque las cosas no me estaban saliendo últimamente, y por mi familia, por mi mujer y por mi hija".

Hace dos años se convirtió en el penúltimo ciclista español en conseguir una victoria de etapa en la Vuelta. Se impuso en la localidad navarra de Lekunberri, en la segunda jornada de la prueba. Allí llegó en solitario, como hizo en Bilbao.