Vicente Zaragoza Michavila fue, como se dijo en el momento de su despedida en el cementerio de la Vall d´Uixó, "un hombre que tenía un sueño", el de conseguir que este mundo fuera mejor. Según confirmaron fuentes muy próximas a la familia "murió con la satisfacción de haberlo conseguido".

La historia de Vicente Zaragoza Michavila es la de un hombre que luchó durante toda su vida por el bienestar de los demás, por la democracia y la libertad.

Todo comenzó en la calle Premi de Barcelona donde nació. Sus padres eran de la Vall d´Uixó, pero las dificultades económicas les obligaron a viajar para buscar su sustento.

Aunque no disfrutó de una educación hasta su llegada a Francia, donde vivió varios años, este era un tema fundamental para él. Pensaba que el que no sabe leer y escribir "no puede comprender este mundo".

A su vuelta a España, cuando sólo tenía 18 años, fue voluntario en el ejército y como soldado vivió toda la contienda, lo cual le costó posteriormente el campo de concentración y el batallón disciplinario.

En los 50 tomó la determinación de trabajar en la creación del Partido Comunista, en plena dictadura de Franco. Al mismo tiempo, colaboró en la vertebración de CCOO. Con mucho esfuerzo coparon el sindicato vertical, que controlaba por aquel entonces la empresa Segarra. Y desde ese momento, muchas cosas pasaron en el seno de esta fábrica en la que Zaragoza se ganó el respeto de obreros y empresarios "por ser una persona cabal, seria, prudente y culta", comentan personas muy próximas, unas virtudes que puso siempre al servicio del pueblo.

La lucha fue continua a lo largo de su vida pública. La misma lucha que el 1 de mayo de 1971 le llevó a la cárcel, junto a otros compañeros, después de participar en la organización de una manifestación contra Franco.

Vicente Zaragoza vivió con la transición el momento más feliz de su vida, convirtiéndose en el primer alcalde democrático de la provincia en constituir el consistorio desde la Autonomía, el 9 de octubre de 1979.

Fue un líder de más de 5.000 trabajadores y un alcalde para su pueblo. Durante 12 años, nunca rechazó una visita. Llevaba siempre en el bolsillo una libreta donde anotaba cualquier petición que le formularan por la calle, pero ante todo se consideró el alcalde de todos "incluso de quienes le persiguieron", nos comentan. Zaragoza consideraba que quienes le torturaron y persiguieron eran los que más necesitaban de su política, una política de participación que se adelantó a su tiempo.

Uno de los momentos más duros de su vida llegó con la división del Partido Comunista, pero nunca criticó a ninguno de sus excompañeros "porque les quería", explica uno de sus hijos. Pero lo más importante es que "se sentía muy querido".

Poco antes de su muerte, consciente de lo inevitable, hablando sobre el discurso de su despedida, Zaragoza pidió a su hijo: " Di que era zurdo". Su hijo contestó: "Pero si no ha sido zurdo nunca". "Sí, pero diles que fui de izquierdas".

Una realidad que le acompañó durante toda su vida y que defendió en la guerra, en la clandestinidad, en la transición, como alcalde y como ciudadano.