Entró Varea por la vía de la sustitución en Valencia en una tarde de gran compromiso para él. Plaza de primera, la que gestiona su recién estrenado apoderado Santiago López. Había que refrendar lo conseguido durante el mes de septiembre y, sobre todo, intentar convencer a todos los que habían escuchado algo de ese tal Varea que dicen que torea bien. Y no solo lo logró, sino que la afición valenciana quedó enamorada de su sentimiento, de ese toreo que le brota del alma y le convierte en un torero de una enorme personalidad.

La plaza crujió desde el primer momento que se abrió de capa, toreando a la verónica con el mentón hundido, encajado y con un sentimiento que ni se aprende ni se compra y que solo brota de las yemas de muy pocos. Las medias fueron auténticos carteles de toros. La faena de muleta embelesó a los paladares más exquisitos con un toreo acompasado, de delicioso trazo. El temple por bandera y siempre por abajo y hasta detrás. Reunión y empaque. Hubo pausa y torería. Faena de retener en la retina, de torero grande. Le falló la espada y aunque mató al segundo intento, tardó en caer el novillo y se enfriaron los ánimos, pero lo mejor fue la sensación que dejó. Valencia tiene ganas de verle de nuevo. Su segundo fue un inválido de Los Chospes con el que abrevió sin tener opción. H