En los últimos 40 años se profundiza en los trastornos del niño y se ha descubierto que las reacciones depresivas, más o menos transitorias, tienen mayor frecuencia de lo que se había creído hasta ahora. De la lactancia hasta preescolar aparecen las crisis de llantos, gritos, enuresis (emisión involuntaria de la orina), morderse las uñas, terrores nocturnos, entre otros trastornos. Desde la preescolar hasta la adolescencia, abundan los sentimientos de inferioridad y miedos a enfrentarse a las dificultades escolares y otros tipos.

Las formas más leves de la depresión en la infancia se manifiestan con malestar, nerviosismo y cansancio; en las agudas, el niño se irrita a cada momento o entra en un largo mutismo, tiene muy mal genio, apenas come, duerme muy mal y se muestra apático y abúlico, sin vitalidad, sin interés por nada, incluso por el juego y el trato con sus amigos cercanos.

El denominador común de la depresión del niño y del adolescente está en la inseguridad, el temor al futuro y falta de autoestima. Se les debe apoyar. H