Me he atrevido a escribir estas líneas, aún a sabiendas de la complejidad que entraña el transcribirlas, máxime cuando se piensa aquello que pueda ocurrir, aunque después acontezca lo contrario. Esta crisis que todavía acampa y acampará por bastante tiempo entre nosotros, no solamente es consecuencia de su desequilibrio de tipo económico, sino de una mutación de valores, que por desgracia se ha ido adueñando entre nosotros. La honestidad, la honradez, la decencia, la moralidad, son palabras que si desaparecieran del diccionario, no se notarían en falta.

Haciendo un sereno análisis de la situación, tampoco hay que dramatizar más de la cuenta. Desde que a Henry Ford se le ocurrió la idea que para incrementar las ventas de coches, uno de los sistemas era ofrecer a sus trabajadores la posibilidad de compra, aunque el pago se aplazara, aparte de ir favoreciendo la inflación al ir consumiendo antes de ir produciendo, lo que engendró fue un ansia de vivir por encima de las posibilidades de cada cual. Y esto tiene su parte estimable, que es la ambición y superación del propio individuo. Sin embargo, crea la problemática que, al vivir de contagio, un porcentaje elevado de la sociedad se las ve y se las desea para cubrir ciertas necesidades, hasta cierto punto innecesarias. Es decir, la situación en lugar de crítica, podríamos definirla como de “especialmente delicada” dada nuestra forma de vivir. Lo que se nos avecina, eso sí, es un cambio de actitudes impuesto por las coyunturas, que si bien influirá en nuestro modus vivendi, no por ello dejará de constituir la mejor terapia para una sociedad que precisa unos correctivos que regulen su desmadre.

Y ante este panorama poco halagador, cabe preguntarse, ¿cuál es la composición de lugar que tiene que hacerse la sociedad en conjunto y el ciudadano en particular, para afrontar toda la problemática que nos depara en estos tiempos estas tensiones y desajustes de todo tipo?

Seamos originales en nuestro modo de actuar, con decisión tomemos iniciativas que nos conduzcan por nuevos caminos, con tesón mantengamos estos criterios de renovación y con audacia vayamos avanzando en la vida, sin olvidarnos de darle la mano a quien en su lugar, pudiéramos estar nosotros. H