Estos últimos años, la playa de la Almadraba donde me muevo en verano, ha albergado la presencia entre otras cosas, de masajistas profesionales, con el recuerdo de aquella menuda chinita que ahora se ha vestido de turista y ha vuelto por aquí con su familia.

Bueno, pues ya el verano pasado y en dos escenarios entoldados distintos, ambos con camilla incorporada, y situados en la misma zona de la Almadraba, aunque una de las dos ya cerca de la playa del Voramar.

Se trata de una pareja de fisioterapeutas, él llamado Edu Constantín y ella Darko Tunde -aunque prefiere que la llamen como Bernardet-. Han venido desde Rumanía y su oferta de este verano está la camilla, caminamos alegremente y muy aliviados de nuestras dolencias.

El día que me dieron un masaje -quisieron hacerme ese homenaje- no hubo manera de que me quitaran años, dicen que porque mis huesos ya están muy maduros. A cambio me explicaron algo noticiable.

Y es que, según algunos científicos, cuando una vez que vamos creciendo desde nuestro esqueleto, los huesos se erigen en protagonistas para soportarnos, incluido todo lo que hemos hecho en nuestra vida. Y siempre así creciendo también. Aunque, según me explicaron los fisioterapeutas de la playa, todo depende de cómo hemos vivido cada uno de nosotros.

Que los huesos tiene relación con eso, son órganos vivos y están en constante cambio como nosotros. Influye también nuestro modo de consumir los alimentos. Que de eso saben muchísimo.

Mientras jugaban con mi espalda me explicaron que las nueces forman parte de la dieta mediterránea, reconocidas mundialmente por ser uno de los patrones alimenticios más sanos. Y que según prestigiosos trabajos científicos, los estudiantes, por ejemplo, que consuman nueces presentan un mejor pensamiento científico.

Así que comer un puñado de nueces antes de un trabajo puede contribuir a obtener mejores resultados. Pero la playa de la Almadraba es mágica.

Cuando terminaron, pude acercarme -está a unos metros- a la Biblioteca del Mar y tuve ocasión de ver a varias personas con un periódico del día en sus manos, sentados en sillas y bancos de madera del exterior y otro tipo de seres humanos dando trabajo a los dos funcionarios habilitados para el caso, María José, que es del Port de Sagunto y Carles, que es de Masanasa, mientras me encanta el trajín de libros, el ir y venir con los préstamos de rigor.

Y aunque también se encuentran merodeando gentes leyendo con sus tablets, mis simpatías van hacia quién prefiera el papel de los libros, o libros de papel, que casi es lo mismo.

Lo prefiero hasta el punto de que, como Álex de la Iglesia, declara a los cuatro vientos de modo extraño como huele el papel. Son manías.

O tal vez reminiscencia de mis 35 años de librero. No he podido evitar el recuerdo de las dos bibliotecarias que allí hubo durante los últimos años, de nombre Carmen y Claudia.

Aunque para consolarme tal vez de la nostalgia, me asegura Carles que han prestado alguno de mis libros sobre Seres humanos de Castellón. En realidad, siempre destaca la paridad del autor cuando observa que va a ser leído. H