No puedo saber si el lector que ahora tiene este diario en las manos es una persona con tendencia a perder cosas. Porque estoy convencido de que hay perdedores y no perdedores, gente que tiene bajo su control los papeles y los objetos que le interesan y gente que a menudo se pasa un buen rato buscando lo que no encuentra.

Hablo de esto porque me he pasado más de una hora buscando una carta que no encontraba. Sé perfectamente que el orden es importantísimo, pero al mismo tiempo -al menos en mi caso- es un orden muy frágil. La mesa en la que escribo no es una superficie exclusivista. Acepta todos los papeles, papeles de todo tipo que decido que tengo que tener presentes. He llegado a pensar que los papeles se mueven solos, que a veces un papel en el que había apuntado un número de teléfono se ha cansado de esperar que le haga caso y se ha volatilizado. Por eso entiendo perfectamente que se haya extraviado parte del sumario del caso Bárcenas. Como era un expediente importante, un juzgado de Madrid ha decidido abrir una investigación. El objetivo es descubrir si ha habido un error, dicen, o un funcionamiento anormal. La pérdida de un sumario es bastante más grave que la pérdida de un papelito determinado.

A veces me han recriminado que no sea ordenado. Quizá no lo soy lo suficiente, de acuerdo, pero necesito tener a la vista lo que tengo que hacer. Pero el problema no son los papeles. El problema soy yo. H

*Escritor