Andamos muchas veces detrás de grandes cosas, de grandes proyectos sin apercibirnos de las cosas pequeñas que pueden reportarnos felicidad. Entrar en un lugar en donde las caras largas te reciben como si fueras a pedir un favor, provoca un rechazo inmediato. Entrar en donde eres recibido con una sonrisa, natural y sincera, se te abren las puertas de par en par. Igual ocurre con el trato diario, con el profesor-alumno, el jefe-subordinado, en cualquier relación humana. Dedicamos mucho tiempo a la instrucción y poco al trato. Eso lo saben muy bien quienes se dedican al nuevo coaching.

Un día me invitaron a uno de esos hoteles a los que solo puedes ir como invitado por razones obvias. En una salita recogida, un cartel me sorprendió: “Sonría, es parte del uniforme”. Supongo que la advertencia iba dirigida al personal de servicio, pero me sentí aludido. Y, efectivamente, nos recibieron con una sonrisa natural y sincera, nada forzada. (Las de “crema de dientes” son una farsa). La filosofía de la casa era contratar a gente que sonreía, y luego se la formaba en la tarea.

La falta de sonrisa comienza a ser preocupante en nuestro mundo. Y no es por cuestión de precio: la puede dar el pobre y la puede dar el rico. Sin embargo, detrás de una sonrisa se esconde todo un mundo anímico. Porque, como dice Dalai Lama, “una sonrisa sincera es la expresión perfecta del amor y de la compasión humanas”, es un mensaje de esperanza, diríamos nosotros, que nace en el corazón. Y no es algo que pase de moda. Dicen los irlandeses que la sonrisa da más luz que la electricidad y, además, es más barata. Cierto.

Muchas veces me he preguntado cómo los artistas han esculpido o pintado imágenes de santos con las caras tristes, sin una sonrisa que asome a sus labios, cuando, realmente, tenían motivos para esbozarla porque eran felices. En cambio, he visto una imagen deliciosa de la Virgen sonriendo, muy cerca de aquí: la de Gracia en Vila-real. Sobre ella, sobre su sonrisa, escribí hace años en este mismo periódico. Su sonrisa es un auténtico mensaje, un saludo universal, “un rayo de luz en el rostro”, como decía Thackeray. No olvidemos que el que está más necesitado de una sonrisa es aquel que no tiene ninguna para dar. H