El impacto del separatismo catalán en Castellón y en la Comunitat Valenciana va a ser grande. El nacionalismo aquí es minoritario entre los ciudadanos, pero no entre las cúpulas dirigentes de la mayoría de partidos de izquierda.

El daño que el separatismo está haciendo, con la fractura social de Cataluña y su desplome económico, así como el crecimiento del orgullo patrio en el resto de España, tiene también consecuencias políticas en nuestra Comunitat Valenciana.

La primera: el nacionalismo, fundamentalmente Compromís, ha tenido que salir a la calle, unos contra la acción de jueces y policías, otros pidiendo abiertamente sumarse al proceso de ruptura del separatismo. El porcentaje de separatistas en la provincia de Castellón es del 1%, similar al de la Comunitat, si Compromís obtuvo el 18% de los votos en las últimas autonómicas, la inmensa mayoría de su electorado acaba de descubrir la verdadera naturaleza del partido de Mónica Oltra.

Segunda: el control de las aulas y de los medios de comunicación, tareas encomendadas al nacionalismo por Ximo Puig, va a resultar más difícil ahora que los ciudadanos de nuestra autonomía han visto actuar en Cataluña a TV3 y a algunos profesores sembrando el odio.

Que los tribunales paralizasen el chantaje lingüístico que el Consell quería imponer a nuestros hijos --el mío para tener 7 horas de inglés debía recibir 16 en valenciano semanales, aunque la lengua materna en nuestra comarca es el castellano--, adquiere ahora la misma relevancia que el hecho de que la directora de la nueva televisión valenciana sea trabajadora de TV3 y nacionalista.

Todo forma parte, como confesaba el preámbulo del decreto lingüístico, de un proyecto identitario que tiene en la lengua su fundamento, para que los jóvenes fragüen su «nueva personalidad». Lengua única, pensamiento único. Cambiar el imaginario colectivo, que decía la vicepresidenta del Consell. En resumen, que la personalidad castellonense y valenciana, plurilingüe, diversa y tolerante con la diferencia, no puede gustar al nacionalismo y hay que sustituirla por otra monocolor.

Tercera: el ridículo universal del PSOE manifestándose contra sí mismo por la financiación autonómica, que ellos impusieron junto a ERC, en las puertas de los ayuntamientos sin presencia de nadie, debe hacerles observar, que el «España nos roba» ya no les va a funcionar, y que para cambiar la financiación socialista toca sentarse en lugar de manifestarse.

Cuarta: las entidades supuestamente valencianistas que, como Escola en Valencià, Acció Cultural y otras, han tenido que salir del armario del separatismo catalán y posicionarse por la ruptura, podrán seguir abundantemente subvencionadas por Cataluña pero aquí verán como merman sus recursos por el inevitable seguimiento que muchos padres harán desde ahora.

En suma, el separatismo, a mi juicio, y el de la mayoría de castellonenses es una mala cosa, pero aquí ha tenido la virtualidad de que hemos escarmentado en cabeza ajena, y la hoja de ruta del nacionalismo, solo en apariencia moderado, ha quedado completamente al descubierto.

*Presidente del Partido Popular de la provincia de Castellón