Vaya por delante que este periódico, desde que se desató la pandemia, como no podía ser de otra manera, ha estado siempre al lado de los científicos para ser altavoz de sus opiniones encaminadas a mitigar los nefastos resultados del covid-19. Ahí están los reconocimientos a los sanitarios y también los elogios para un TSJCV liderado por Pilar de la Oliva, siempre consecuente al respaldar aquello que desde la Generalitat le solicitaron en base a datos objetivos.

Sin embargo, ahora que se observa luz al final del túnel, no podemos dejar pasar por alto el agravio que supone autorizar fallas en la ciudad de València durante los cinco primeros días de septiembre, mientras que a los alcaldes de Castellón, excepto el secretario autonómico de Interior, José María Ángel, nadie les ha escuchado en su petición de comenzar a hablar de una desescalada para que la tradición del bou al carrer vuelva a nuestras comarcas. 

¿Por qué habrá fallas en València a principios de septiembre? Porque la capital del Turia tiene un alcalde, Joan Ribó, de Compromís, y el edil de Fiestas e interlocutor con los falleros, Carlos Galiana, es de la misma formación. Es decir, ambos están bajo el manto de Mònica Oltra, quien una vez más trabaja en clave electoral. No lo duden, con un alcalde/alcaldesa socialista, València no programaría actos falleros. De eso ya se hubieran encargado los socios de Ximo Puig en el Botànic.

Castellón quiere una desescalada prudente. Por ello fija para octubre los bous al carrer, con seis semanas más para vacunar. En la fecha marcada por el president como el verdadero inicio para la vuelta a la normalidad. ¿Qué dirá entonces Oltra?