Hasta hace apenas 15 días Svitlana, escritora de profesión, tenía una vida tranquila en la ciudad de Irpin, cerca de Kiev, la capital de Ucrania. Ahora cuenta las horas para poder llegar a Alcalà de Xivert, donde viven desde hace 10 años sus padres. «El fuerte ataque de Rusia a Ucrania cambió toda mi vida. Cogí a mi hijo de dos años, dos sobrinos y huimos. Allí quedaron mi esposo y otros parientes. Me llevé solo a los niños porque estaban muy asustados. Nos trasladamos en autobús y, finalmente, cruzamos la frontera polaca en tren de Lviv a Polonia, sentados en el último escalón, cerca de la puerta, durante nueve horas. En Polonia, nos recibieron muy calurosamente», narra Svitlana a Mediterráneo a la espera de coger un vuelo dirección Barcelona.
"Tengo una carrera universitaria, buena experiencia laboral y ahora me veo obligada a huir sin nada y pidiendo ayuda"
«Lloré de desesperación porque no puedo ayudar en mi país, pero tengo que escapar con los niños. Planeo aprender español para poder trabajar mientras estamos allí. No quiero abusar de la bondad de la gente que nos lleva en España. Quiero ser útil en todo lo que pueda. Mi ciudad Irpin ahora está casi completamente destruida. Los soldados rusos dispararon a familias con niños que solo querían escapar», explica. Una de las imágenes más conmovedoras de las vistas este pasado fin de semana es la de centenares de personas agolpadas debajo de un puente destruido en Irpin a la espera de poder marcharse.
«Muchos de mis amigos están ahora en el sótano, sin agua, luz, calor y comida. Una amiga dio a luz a un niño en un bombardeo. Algunos niños recién nacidos mueren en el sótano a causa del frío. Conozco muchos casos terribles», detalla esta joven ucraniana, al tiempo que lamenta que los militares rusos «llegaron a la casa de unos amigos y le dispararon al padre ante la mirada de su esposa y su hijo. No puedo describir con palabras cómo se comportan».
«Tengo una carrera universitaria, buena experiencia laboral y ahora me veo obligada a huir sin nada y pidiendo ayuda. Todas mis pertenencias están en una mochila. Rezo para que nadie sienta lo que sentimos. Creo en la victoria y espero volver a casa lo antes posible», apostilla esta autora que estaba escribiendo una serie de libros de viajes para niños.
La vida de Svitlana guarda, sin duda, muchas similitudes con la de cualquier europeo.
