REPORTAJE | REHACER LA VIDA CON EL CORAZÓN EN UN PUÑO POR LOS SERES QUERIDOS
Ucranianos en Castellón: su vida dos años después de la invasión rusa
Tras huir del horror de la guerra, las familias han escolarizado a sus hijos y han buscado vivienda y un medio de vida, a veces, con autoempleo
«¿Sabes lo que es la guerra? ¡Dios quiera que no lo sepas!. Son palabras de mamá a las 5.00 horas de la mañana del 24 de febrero del 2022. Sirenas y disparos. Fue aterrador salir pero más lo era quedarse». Así empezó hace dos años la huida precipitada de muchos ucranianos, conduciendo durante horas en un amargo periplo hasta la frontera con Polonia. Su país, atacado por Rusia, se adentraba en un conflicto, que aún continúa, donde la vida está en juego a diario. Para muchos su destino de acogida fue Castellón, a 3.500 kilómetros de su tierra a la que no saben si regresarán algún día. Unos sueñan con ello mientras otros, sin lazos familiares, han perdido su casa o la han vendido con la idea de establecerse aquí a largo plazo.
La presidenta de la Asociación de Ucrania en Castellón Kalyna, Oksana Vovk Simon, periodista y que ahora regenta una cafetería en Castelló, explica que la cifra actual de refugiados es una incógnita, pues algunos se trasladaron a otros países de Europa o llegan sin notificarlo. En España el Gobierno habla de 213.492 ucranianos en España, a 1 de enero del 2024, más que un año atrás (193.202). En el primer aniversario de la guerra Castellón daba cobijo a 2.500 ucranianos; y desde entonces hasta ahora se han empadronado, mes a mes, 1.800 más --según el Ministerio de Inclusión--. ¿Es de 4.300, la cifra acumulada? Pues son datos a coger con pinzas. Lo cierto es que hoy siguen llegando parientes o nuevos acogidos a la capital de la Plana, buscando sobre todo el litoral: Castelló, Peñíscola, Burriana,... Y se esperan más. «Todo apunta a que pronto va a venir una segunda oleada de refugiados ucranianos desde Polonia a Castellón. Estoy en un grupo de Facebook de presidentes de asociaciones de ucranianos refugiados y empiezan a ser cada vez más frecuentes las preguntas que nos hacen. Prefieren un destino de costa. Cuentan que en Polonia la situación empieza a preocupar y se nota en el ambiente la sospecha de la mano rusa en campañas que desacreditan a los refugiados ucranianos en la zona, en cuanto al empleo, y está en ciernes incluso un boicot hacia los productos ucranianos», reseña.
El próximo 4 de marzo muchos ucranianos deben renovar su permiso de residencia --anual, por ahora-- pero lo tienen difícil. «No hay manera de conseguir una cita en Extranjería y solo dan 90 días de plazo. Las mafias venden citas previas entre 35 y 80 euros. Ojalá las autoridades solventen esta problemática», solicitan desde Kalyna. En el 2022 la población ucraniana representaba el 0,2% en Castellón y se repartía por 11 municipios (54,71% ellas y un 45,29% ellos), con 39 años de edad media y 252 menores de 18 años.
¿Y qué fue de Torrechiva, el pueblo refugio nada más estallar el horror? El alcalde, Esteban Salas, recuerda que llegaron a acoger a 70 en un municipio de 93 residentes. La oenegé Mensajeros por la Paz, con el padre José, gestionó el alojamiento en el albergue y los tutelaron. Salas relata cómo muchos se fueron a Castelló capital y en la zona solo queda una madre ucraniana con tres hijas que trabaja en la brigada municipal. El padre José rememora el esfuerzo que supuso en aquellos momentos, y añadió que este programa terminó y se inició otro nuevo de ayuda a inmigrantes llegados de países de Sudamérica.
Escolarización doble
La escolarización de los más pequeños está normalizada. Ya saben castellano y expresiones en valencià. Pero los adolescentes (de 16 y 17 años) que estudian por la mañana en institutos de Castellón hacen doblete y de tarde se conectan on line para seguir sus clases en Ucrania: «Ven que no dominan el español como para cursar aquí sus estudios universitarios y aún tienen la esperanza de reengancharse a sus estudios en Ucrania si acaba la guerra. Esto les genera un sobreesfuerzo que piensan será para bien a largo plazo», explican.
En su nueva vida, los más religiosos tienen sus altares en sus pisos y lugares de culto donde se ofician misas ortodoxas. Celebran la Navidad de su calendario y, ahora, dentro de poco, decorarán bellos huevos de Pascua, los Pisanka.
La barrera lingüística
El idioma es un hándicap para lograr un medio de subsistencia. Oksana cuenta que «es muy frecuente el autoempleo. Las ucranianas han abierto salones de belleza o cafeterías. El cuidado personal es algo muy importante en Ucrania y entre sus clientas no faltan compatriotas y de oras nacionalidades. Las fábricas de azulejos son otro motor laboral. O la limpieza, hostelería --solo en verano-- o el taxi». Leonid agrega que otro obstáculo es el transporte: existe un tiempo límite para circular en España con coches ucranianos y matricularlos en España tiene un coste de 700 a 1.000 euros.
Kalyna lanza un SOS: no hay que bajar la guardia con el colectivo más vulnerable: madres con familia numerosa --que no pueden permitirse trabajar a jornada completa-- y personas de edad avanzada que viven solas. Estos necesitan aún a las oenegés, y a su vez estas necesitan más recursos. Como el Banco de Alimentos. Agradecen el apoyo de las Administraciones pero precisan más. En Navidad organizaron una recogida de material sanitario, higiene y alimentos no perecederos y Diputación les cedió un almacén. Pero el camión y combustible cuestan. Con todo, se envió gel hidroalcohólico «que en Ucrania queman para calentarse en el duro invierno».
Peticiones a Europa
La asociación Kalyna convocó ayer una manifestación en repulsa de la invasión rusa y exhortó sus peticiones: «Solicitamos ayuda inmediata para Ucrania, que no solo está defendiendo su soberanía e integridad territorial, sino que lucha por preservar la paz en Europa --los siguientes amenazados pueden ser Polonia y países bálticos--. Solicitamos suministro de equipo militar moderno para fortalecer la capacidad defensiva; ayuda para la población (suministros médicos, alimentos y alojamiento, para mitigar el sufrimiento); apoyo financiero para reconstruir la economía y las infraestructuras afectadas, acoger a refugiados en Europa, sancionar y confiscar activos a Moscú; repatriar a niños secuestrados y reunificar familias; y prohibir participar en citas deportivas o culturales a ciudadanos del país agresor como medida diplomática». La guerra no lleva dos años --añaden--, sino más de una década. Todo sea «por restaurar la paz». Una paz «duradera».
Mediterráneo ha hablado con 6 familias que comparten su testimonio
Hanna (35 años), de Nipro a Castelló: "He abierto Sisters Estética"
Con tres hijos a su cargo (de 15, 14 y 10 años), tenía gran experiencia en manicura en Ucrania. Así que buscó trabajo en salones de belleza en la Comunitat, hasta que decidió apostar por el autoempleo.
«Hace solo tres meses he abierto Sisters, un salón de Belleza en Castelló, junto a cinco compatriotas que ahora viven aquí y en Orpesa. Tenemos clientas ucranianas, rusas, castellonenses,...Y queremos ampliar y dar trabajo a más. Somos expertas en manicura, masaje, maquillaje, etc». Para ella, Castellón es su casa: «Me encanta y planeo quedarme. En Ucrania no tengo familia cercana».
Olena (51 años), de Irpin a Burriana: "Ahora acaba de llegar mi hija mayor"
Olena Yermolenko (51 años), es madre de tres hijos y vive en Burriana desde el 5 de marzo del 2022. Hace un año que tienen su propio apartamento de alquiler. Trabaja por temporadas en almacenes de fruta de Burriana y Betxí;y va a cursos de español. Su hijo estudia en el colegio, va a la piscina y se comunica con niños españoles y ucranianos. «Hace una semana mi hija mayor vino de Ucrania y por ahora se quedará», relata. Agradece la ayuda de su amiga española Inma y de asociaciones como Kalyna, Cáritas y Red Cross. «Nos gustaría regresar algún día pero allí perdimos nuestra casa, nuestro negocio y nuestro trabajo y la guerra continúa. Y aunque acabara durante algún tiempo será muy peligroso vivir en el territorio ocupado por los rusos, dejaron muchas municiones en bosques y campos», apostilló.
Daria (32 años), de Odessa a Orpesa: "Mi pasión es cantar y el teatro"
A su llegada a España en octubre del 2022 recaló priemro en Vilanova i la Geltrú, en Barcelona, acogida por Cruz Roja. Luego, Daria (32 años) se desplazó hasta València, donde residían unos amigos cercanos. Es ingeniera de procesos logísticos pero sin experiencia laboral en este campo. Sí la tiene en gestión cultural. «En Ucrania trabajaba como directora de teatro y cantante. Aquí en Castellón ayudo a organizar actividades culturales y participo cantando --de ella sostienen en la asociación Kalyna que es muy buena cantante--», explica. Está aprendiendo el idioma pues le encantaría trabajar en Cultura. «Echo de menos mi casa pero ahora es muy peligroso volver. En Ucrania están mis padres y suegros. El otro día, frente al edificio de mis padres, cayó una bomba y mi madre sobrevivió de milagro», apunta.
Diana (30 años), de Odessa a la Vall d'UIxó: «Nuestra vida está aquí»
«Me llamo Diana, tengo 30 años. Estoy aquí con mis hijos (Yeva, de 6 años;y Lev, de 3) y mi marido Yurii. Vivíamos en Odessa». Así explica su odisea desde su llegada hace dos años a la Vall d’Uixó. Primero encontró trabajo de esteticista, pues es manicurista;«pero ahora tengo mi propio salón», destaca. Su marido primero ayudó a ucranianas con información de cursos, ayudas, documentación. Trabajó de montador de muebles;pero ahora ha montado una gestoría administrativa y asesora a extranjeros con trámites. «Aprendimos español con un curso on line de la Universidad de Galicia, y luego en otro de la Vall d’Uixó. Hemos organizado nuestra vida aquí y el futuro para los niños, escolarizados. En Ucrania siguen mis padres --trabajan cerca de la frontera rusa, donde caen bombas y misiles a diario-- y mis suegros», cita.
Vera (42 años), de Nikolaev a Toga: "Trabajo en la brigada cuidando el monte"
Vera (42 años) ha sacado adelante sola a sus tres hijas en Castellón. En un pequeño pueblo del interior, en pleno debate sobre cómo evitar la desbandada demográfica, ha conseguido un medio de subsistencia y una vivienda de alquiler, pero no ha sido fácil. Tiene su empleo en la brigada municipal de montes de Torrechiva --donde estuvo en un centro de acogida hasta que finalizó el proyecto--. «Este es mi segundo año trabajando en la montaña y cuento un excelente equipo», destaca satisfecha. Su residencia está en Toga --de apenas 112 habitantes-- , donde vive con sus hijas:de 16, 14 y 11 años. «En Ucrania quedé huérfana y crecí sin padres. Mi casa fue destruida por la guerra. No planeo regresar. Aquí tengo amigos y voy a intentar construir una vida», resaltó.
Oksana y Leonid, de Vinnytsia a Castellón: "Faltan más recursos para poder ayudar"
La historia de Oksana Vovk y de Leonid Rogalsky es distinta. Recalaron en Castellón hace más de 20 años pero su papel de ayuda a los refugiados desde la asociación Kalyna --son presidenta y secretario de la entidad, respectivamente-- es y sigue siendo fundamental en la bienvenida a las familias, por su experiencia. Leonid supo de Castellón en una feria de turismo en Praga, donde oyó hablar de Marina d’Or. Planeaban mudarse y les encantó la costa. Viven en Castelló capital, donde Oksana, periodista, regenta una cafetería;y Leonid trabaja en una azulejera de Onda. Están del todo integrados en la sociedad castellonense, y hasta bautizaron a su hijo en Santa María. Su espíritu solidario no descansa y siguen apoyando a compatriotas, aunque ven necesarios más recursos.
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