El calor marcó la tónica de un mes de julio que se inició en Castellón con la habitual afluencia de turistas que llenaban mayoritariamente los apartamentos de las principales poblaciones de la Costa Azahar. El turismo en Castellón siempre ha tenido un marcado carácter residencial, y aún más hace 25 años cuando eran escasos los hoteles construidos junto a las playas castellonenses.

El turismo era ya entonces una actividad fundamental para definir la economía castellonense pero no acababan de despegar las necesarias infraestructuras que debían hacer de la provincia un emporio turístico de primer nivel. La práctica del deporte del golf, que entonces comenzaba a popularizarse, ya parecía en aquella etapa la llave mágica para conseguir más turismo y de mayor poder adquisitivo. Por esta razón, un grupo de conocidos empresarios y profesionales castellonenses encabezados por el hoy presidente de la Diputación, Carlos Fabra, se lanzaron a la aventura de construir y poner en marcha un club de campo con el golf como oferta fundamental.

Lo hicieron en una zona del término municipal de Borriol conocida con el nombre de La Coma. Aquel campo de golf es hoy el único que con capacidad se puede ofrecer en la provincia de Castellón que además cuenta con el viejo campo del Pinar, que inició su actividad en los años sesenta, y el club Panorámica situado en la población de Sant Jordi del Maestrat, en el norte de Castellón.

De esta forma, la falta de infraestructuras y de una oferta complementaria al sol y las playas era ya en 1981 piedra de toque para definir el desarrollo del turismo. Así lo manifestaban los miembros del consejo rector de Fomento de Turismo, el organismo que antecedió al actual Patronato Provincial de Turismo y que presidía el entonces director del Hotel del Golf, Constantino González.

Imbuidos en aquella apatía de un sector que no acababa de despegar, una noticia aparecida en Mediterráneo vino a despertar del letargo en que parecía sumida la industria turística castellonense, la posibilidad de ubicar en una zona de la provincia el parque europeo que la multinacional Disney, la del pato Donald y Mickey Mouse, pensaba entonces poner en marcha en el viejo continente. El anuncio publicado en los medios de comunicación, entonces una simple posibilidad, no era para menos ya que el parque de Disney crearía varios miles de puestos de trabajos directos e indirectos al tiempo que llenaría la Costa Azahar de visitantes. La zona elegida era la Ribera de Cabanes, entre Oropesa y Torreblanca.

El presidente de la Diputación, Joaquín Farnós, acompañado de importantes empresarios del sector turístico, se desplazó a Madrid donde fue atendido por el ministro de Comercio, Juan Antonio García Diez, quien le confirmó el proyecto aunque ya aseguró entonces que Disney no tenía decidida la localización del parque ni de lejos. Castellón se dispuso a presentar su oferta centrada en varios millones de metros cuadrados sin urbanizar junto a una de las líneas costeras más largas de España que extrañamente aún permanecía virgen. Todo un tesoro para la multinacional del pato Donald que hubiera gozado de una ubicación sin parangón en toda Europa. El proyecto iba a marcar la actualidad castellonense hasta bien entrados los años ochenta cuando bajo el mandato de Felipe González en el Gobierno de España, y de Joan Lerma en la Comunitat Valenciana, el parque, titulado Eurodisney, se ubicó en las cercanías de París, en una localización que por distintos motivos, entre los que está el clima, no ha dado el rendimiento que esperaban los ejecutivos de Walt Disney.

Por su parte, Castellón perdió una oportunidad que sin duda hubiera cambiado la actual fisonomía de la fachada costera de la provincia anticipándose 25 años a los actuales proyectos de ubicar, precisamente en ese lugar, el parque de Mundo Ilusión que conlleva la mayor urbanización de Europa.